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León

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El alcalde de Valladolid estuvo este año en Pekín para defender su concepto de «ciudad inteligente», pero, al parecer, a él no le obliga a comportarse en consonancia. Acaba de liarla de nuevo con su moción para que desaparezcan los aeropuertos comunitarios, salvo el de Villanubla. O sea, el suyo. Expresado con su habitual arbitrariedad, resulta inaceptable incluso para quienes creemos que deberíamos volver, unos y otros, a la fordiana diligencia. Cuando se le cruzan las hélices, puede reclamar hasta que las mantecadas de Astorga son castellanas. Lo importante es tocarnos los quiñones, vamos a expresarlo así, en sutil prosa medieval. Pero ayer, en medio de la polvareda política y mediática por la provocadora ocurrencia, cuando su vanidad caminaba tan erguida que diríase calzada sobre plataformas de drag queen, le amargo el día una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Castilla a León, que anula la prohibición municipal de transitar por Pucela en bañador. Uno es más de smoking, pero ganas me dan de plantarme allí en bermudas, aunque sólo sea por fastidiar. Si los leonesistas no lo tuviesen tendrían que inventárselo. «Barre siempre para casa, y no cómo otros», reconocen algunos aquí con admiración. Pero lo hace con escoba ajena. Y ensuciando más de lo que limpia. Sin duda, trabaja para el enemigo, ¿pero para cuál?

Por cierto, ¿echará Javier Chamorro de menos responder a las futuras machadas del alcalde de Valladolid? Se corta la coleta y abandona el ruedo municipal. Ya no le escucharemos más pedirle a la Junta: «¡Dejadme solo!» Si gobernar resulta un sueño dentro de un sueño, estar en la oposición se queda en insomnio dentro de otro insomnio. En el ruedo de la política, lo que más agota es torear a la propia cuadrilla. Chamorro regresa a la abogacía, donde los toros no abandonan por la noche la maná, salvo que sea indispensable. Más cornás da el hambre.

Cada cierto tiempo, don León la lía. Nadie en su partido se lo pide. Sale de él solito. Es el imperio contraataca de sí mismo. En efecto, ganas dan de sacar las bermudas del armario y exhibir pantorrilla de aquí en la plaza Mayor de allí. Mejor en la próxima primavera. Tampoco hay que ser vengativo. Pero, sí, ganas dan.

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