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Publicado por
EMILIO GANCEDO
León

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Es lo que te advertía el padre o el güelo cuando se estropiciaba esa tele grandona que en el pueblo era siempre en blanco y negro, cuando chisporroteaba la pantalla en frenético enjambre (a eso le llamábamos moscas ) y tú le atizabas con la palma de la mano en la cerviz. «No te preocupes, eso va a ser de allá», decían los mayores. Y uno se quedaba quieto y pensando dónde sería ‘allá’ y qué oculto poder tendrían en ese lugar para decidir en qué momento se apagaba y se reponía la imagen, en sus manos estaba dejarte sin dibujos y a los mayores sin ‘el parte’, qué bandidos.

Ahora el apagón no tiene que ver con la cosa técnica sino con todos esos personajes para quienes un medio no es sino la tarima en la que se apoyan para pegar saltos sin darse cuenta de que debajo de las tablas hay personas (como decía aquel paisano, ‘de carne y huevos’) a quienes no suele hacer mucha gracia que les pateen la cabeza.

Los tiranos griegos ponían buen cuidado en elegir a emisarios y oradores; los emperadores romanos, a historiadores que pregonaran la campaña según sus intereses y fobias —Julio César afiló pluma propia en las Galias—; los reyes europeos tenían escribanos y coronistas que se partían la quijada por estampar el sello real en su cuento de la expedición al Orinoco… y así hasta llegar a la Radio Televisión Valenciana, caso inaudito de medio público con el que se ha jugado muchos años y que ahora se tira al cubo de la basura, allá cuidaos . Extraordinaria la limpieza con que se deshacen de mil trabajadores, engorde de una ya escalofriante talega de periodistas en paro, extraordinario el silencio corporativo de esos mismos profesionales a la hora de denunciar abusos y controles que sólo ahora pregonan, verdaderamente curioso que la concentración del domingo no fuera todo lo masiva que debiera (‘ande yo caliente’... pensaría el ciudadano). Hace no tantos años corría el cava por los pasillos de la Nou y los tertulianos cobraban 800 euros cada vez que sacaban la lengua a pacer. Y por eso acabaron partiéndola por la mitad aunque ahora nadie tiene la culpa.

Casi mejor apagamos nosotros la tele antes de que nos la apaguen... los de allá.

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