Diario de León

PANORAMA

La sandalia y el pescador

Publicado por
RAFAEL TORRES
León

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Es cierto que arrojar un zapato a alguien como expresión de máximo desprecio no figura en el catálogo de usos de nuestra cultura, y que enarbolar una sandalia en un Parlamento es de una rusticidad inasumible, pero no lo es menos que el tal Rodrigo Rato estimula en millones de españoles, por sus obras, las ganas de tirarle lo que sea.

Mala cosa es suscitar el odio, y peor hacerlo en el corazón de los probos y pacíficos ciudadanos estafados y hundidos por las Cajas nacionalizadas y por el Gobierno que las nacionalizó: los engañados con las «claúsulas suelo», los desahuciados, los condenados de por vida a pagar el quíntuple del valor real de sus casas, los ahorradores robados con la sirla de las preferentes y las subordinadas, los pequeños empresarios y comerciantes arruinados por la falta de crédito, los trabajadores despedidos a causa de esa ruina, y, en general, todos los españoles, obligados a pagar a la usura internacional, de una manera o de otra, lo que los directivos de las Cajas, esos pescadores, se apropiaron o se fundieron en la orgía del ladrillo de los amigos y los correligionarios. Entre enseñarle una sandalia a Rato y destrozar un país entero median, no puede negarse, alguna diferencia en lo tocante a la gravedad de una y otra acción.

Nikita Kruchev blandió un zapato en la mismísima asamblea general de la ONU, lo golpeó reiteradamente contra el atril, y no le pasó nada. A David Fernández, de la CUP, que no es Kruchev, tampoco va a pasarle gran cosa, salvo hacerse famoso en éste país tan sensible al energumenismo. Las víctimas de los ilícitos, los desafueros y los delitos de lesa patria de la Banca Ful que representó Rato, merecerían una representación más refinada que la proporcionada por el tal Fernández, pero conviene recordar que los partidos y sindicatos que deberían proporcionársela, casi todos, son cómplices de esa brutal expropiación de los bienes nacionales al haber formado parte de los consejos de administración de las Cajas, razón por la cual han negado su amparo y su defensa a las víctimas del expolio.

Mala cosa es lastimar a la gente, humillarla, robarla, empobrecerla, despreciarla, desahuciarla, mentirla, pues el sentimiento que produce se torna, inevitablemente, en un tósigo para la paz y la convivencia. La sandalia de Fernández apuntó al pescador, pero a ver si la Justicia, la parte de ella no politizada, restaura el orden deseable y manda a la cárcel a unos cuantos y les obliga a devolver el dinero del pueblo.

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