Diario de León
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cayetano gonzález
León

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El caso de la huelga de recogida de basuras en Madrid es el típico ejemplo de cómo un conflicto que en su origen tiene un motivo estrictamente laboral se acaba convirtiendo en un problema político de primer orden, debido en buena parte a la pésima imagen que se proyecta allende de nuestras fronteras. Y Madrid, a esos efectos, no es cualquier ciudad. Es la capital de España, es un importante foco de atracción turística, y por lo tanto de creación de riqueza, que en los últimos tiempos ha descendido de forma alarmante.

Las fotos e imágenes de un Madrid lleno de basura que se han publicado en periódicos tan importantes como el francés Le Monde , el alemán Frankfurter Allgemeine o el inglés The Guardian junto con las crónicas de su corresponsales hacen un daño inmenso, insisto, no sólo a la ciudad directamente afectada, sino a la imagen de España, porque los ciudadanos franceses, alemanes o ingleses, no hacen muchos distingos entre la parte y el todo, como quizás nos ocurriría a nosotros, si el conflicto de las basuras hubiera sucedido en París, Berlín o Londres.

Por eso se entiende muy bien que la alcaldesa de la capital, Ana Botella, haya decidido tras diez días de huelga y ante la falta de un acuerdo entre las empresas de limpieza con las que el Ayuntamiento de Madrid tiene firmados los contratos y los trabajadores de las mismas, dar un plazo de cuarenta y ocho horas —que expira mañana por la tarde— para que se pongan de acuerdo las partes afectadas y si no lo hacen, el Ayuntamiento asumirá la dirección del conflicto, contratando a una empresa pública para que proceda de forma inmediata a la limpieza de las calles y de los jardines de la capital. Los ciudadanos que viven en Madrid no pueden ser los que paguen de una forma peligrosa incluso para su salud las consecuencias de un conflicto laboral de unas empresas de limpieza.

Al hilo de este conflicto han vuelto a surgir los debates y las polémicas de siempre, como por ejemplo: ¿por qué se toleró en los primeros días de la huelga la actuación violenta de los piquetes que volcaron los contenedores de basura en las calles o directamente los quemaron y que tanto ha contribuido a proyectar esa mala imagen? ¿Por qué los sindicatos y sus dirigentes son tan irresponsables de no respetar que se cumplan los servicios mínimos a los que obliga la ley para lo que incluso se ha llegado a la agresión física a los trabajadores implicados en esos servicios mínimos? ¿Para cuando una ley de huelga —asignatura pendiente de este Gobierno y de todos los anteriores— que regule todos estos extremos?

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