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HISTORIAS DEL REINO

Recuérdenlo: el que resiste, gana

Publicado por
margarita torres
León

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Aveces, las palabras son más peligrosas que las armas. Un cañón puede romper una muralla, cierto, pero una palabra a destiempo matar un alma, acabar con una vida, sentenciar un futuro. Las palabras pueden llegar de la mano de los poderosos, escondidas detrás de estadísticas, o maquilladas en el buenismo peligroso de quien algo quiere y está dispuesto a arrancarte hasta las entrañas para conseguirlo. Así ocurre en León.

Un León cada vez más cansado, de pasos ya lentos y torpes, con empresas que se cierran o agonizan, como Antibióticos, otrora luz de investigación, desarrollo y motor económico. Harto de parques tecnológicos privilegiados, de apuestas por tierras ajenas, de pueblos llenos de viejos, muertos de niños, de jóvenes que emigran para siempre, de familias al borde de la exclusión social, de malas noticias, en fin.

Perdemos población, parece ser nuestra constante, como también apagar la luz del empleo. Corren tiempos de crisis, es verdad, pero, para nosotros, la crisis se ha convertido en algo endémico, para nuestra desgracia. ¿Recuerdan, amigos lectores, el León de hace veinte años, treinta, cuarenta? Contéstenme, con sinceridad, con cuál de los dos se quedan y respóndase a sí mismos qué razones les han llevado a tal elección.

Otrora muchos confiamos en que políticos honrados, luchadores —que los hay, aunque pronto sean especie protegida—tratarían de librar la última batalla por nuestra tierra. Incluso suspiramos cuando un leonés llegó a La Moncloa, o nos creemos cuando un gallego, como el que nos gobierna, al llegar las elecciones, recuerda su paso por los colegios de la capital. Parece que añoramos sentirnos parte de algo, saber que aun somos necesarios para alguien, que también contamos, que estamos aquí, en una posición geográfica que nos convierte en eje de comunicaciones natural, aunque muchos se empeñen en no verlo.

Desazón causa ver el paniagüismo de otros políticos, los que llegaron al sillón sin meritaje, salvo el del partido, los que arribaron por parentesco o vía trasversal, o los que se encontraban en el lugar adecuado, en el momento oportuno. Todos ellos, con sus palabras vacías, consiguen llenar las arcas propias, pero vaciar las ajenas. Y seguimos confiando en que, cuando lleguen las elecciones, un voto puede cambiarlo todo. O la abstención, como medida de castigo. Olvídenlo. Sólo los ciudadanos, en nuestro pequeño entorno, podemos comenzar a modificar esta realidad, mantener vivo a León. Las palabras pueden cambiar el mundo, los hechos mejorarlo, la esperanza, sostenerlo para las generaciones que vienen. Así, entre todos, crearemos esa malla que se tornará tan fuerte como una armadura y que obligará a tenernos en cuenta. Pero todo nace, muere, en nuestra fuerza de voluntad y constancia. Recuérdenlo siempre: el que resiste, gana.

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