El del cochazo

Carreteras de España adelante/ camina el del gran cochazo/, gafas de sol, gomina, y corbata de badajo/. Nada detiene su paso/ y siempre en busca del trinque/ aprieta el pedal del tanque/ subido en el pescante/ del cayén , el cuga , el yundái ... o de ese con nombre de empalme... el cascái /. Todos los que os pongáis enfrente/ todos los que me alcéis la voz/ o queráis pasar por delante/ ni aunque le deis al intermitente/ dejaré que tal suceda/ dándole gas a la bestia/ ruge el motor que no cuesta/ y queda el utilitario —¡tan gregario!— aparcado en la cuneta./ Mas ríe con diente de oro/ mirando en el retrovisor/ al oficinista proletario/ sin su motor de millón/ maldecir por lo bajinis/ al del cochazo y su jeta/. ¡A cascáila!, objeta, y prosigue/.

Por sus coches los conoceréis.../ y sabed que los más grandones/ ocultan complejos mayores/ que el propio Coloso de Rodas/. Algo pequeño tendrán/ si es que ocultarlo quieren/ bajo esas tremendas furgonas —apariencia funeraria— que no paran de chupar. ¡Y de contaminar!/ Ponzoñoso carro de guerra/ no menos tóxico paisano/ a la olismia del ascenso,/ del cohecho o el sobre en mano/ va quemando combustibles/ y echando a la espalda parados/. Entre el tráfico de influencias/ se mueve cual sierpe en fango/ y si de especular se trata/ ahí aparta antagonistas/ desenfunda su aifon / y con sólo tres llamaditas/ aclara partes, reparte cuitas/ tapa pufos, embrea tintas/ y se lleva concesión/ obra civil o portuaria, o el soldar las conexiones/ entre banca, política y masa/ con una capa de sonrisas (regalos de cara marca)/ ¡déjalo de mi cuenta, hombre!/ y cena en hotel de gala.

El del cochazo es el virus/ que corre las venas de España/ el que sumió al país en la ruina/ el que royó ahorros y casas./ No se amilanó con la crisis/ permanece a la emboscada/ al asalto del chollazo/ y la ocasión engatada./ Sigue el tipo viajando/ chinche, bicho, garrapata/ en su cápsula enlutada./ Miradle siempre a los ojos./ Maldecid su maldita cara.