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León

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Dicen que con la marihuana te da la risa floja. No puedo afirmarlo ni negarlo, jamás he fumado un porro, ni siquiera una calada. Y no estoy reservando la experiencia para mi jubilación, simplemente, cuando quiero reírme le pido a mi mujer que me haga cosquillas o, en su defecto, recuerdo que a Zapatero iban a enseñarle economía en dos tardes. Dos concejales populares, Beatriz Rodríguez —Campazas— y José Antonio Gallego —Gusendos de los Oteros—, pareja sentimental, fueron detenidos por llevar droga en su automóvil, y no precisamente unos canutos. En el maletero portaban un kilo de marihuana, como quien va a entregarle una pizza familiar a Bob Marley. No ha trascendido si llamaron la atención de la Guardia Civil por ir desternillados, si ya iban tras ellos o, por el contrario, la detención se debió al azar. De chaval, cuando era sorprendido en una trastada también a mí me daba la risa floja, y era cuando mi madre me decía: «No te expliques, que es peor». Pero esta extraña pareja sí conviene que lo haga. De momento, su partido les mantendrá fuera de toda representación, incluso antes de que concluya el expediente sancionador. Son ya cadáveres políticos. Ella podría dimitir hoy como vicepresidenta de la Mancomunidad de Municipios del Sur. Mientras, en el PSOE se pelean por la forma en que se está llevando el suceso, que puede traer cambios en la gobernabilidad de uno de los ayuntamientos. Flipo, diría Miley Cyrus.

No estamos ante una degradación provocada por necesidades económicas, ambos tienen sus respectivos trabajos a mayores de la actividad política. Es una historia de codicia. La reacción de ambos fue muy distinta. Él se muestra avergonzado; ella, en cambio, no ha expresado sentimiento de culpa, obtener dinero con la marihuana lo considera un pluriempleo, un pellizco a mayores, al que no hay que dar más trascendencia, pues también lo dan otros muchos. Puro cinismo existencial. Ah, la tentación de los escaparates.

Si me quiero desternillar no necesito fumar un porro, me basta con imaginar al concejal reprochándole a la concejala: «Ya te dije que el tráfico de influencias era otra cosa». Valoro el buen humor y no me interesa la risa floja. ¿Me habré quedado anticuado?