Diario de León

FUEGO AMIGO

Románico de cielo abierto

Publicado por
ERNESTO ESCAPA
León

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Los frecuentes hallazgos arqueológicos de David Gustavo López y Óscar Guerra dirigen un día nuestra curiosidad hacia el enigma de los Pozos de Colinas, en el páramo de Camposagrado, y otro hasta las ominosas y descalabradas pendientes de Manzanal, en cuyo templo y ermita rupestre acaban de descifrar un par de estelas cosmológicas. Todos los paisajes tienen su misterio, pero pocos ofrecen tantos quiebros aciagos como esta encrucijada temible. De ahí, la retirada de los peregrinos, cuya cautela fue fijando a través del tiempo los pasos más fiables para sortear la asechanza de los montes y la emboscada de los desfiladeros. Uno de los ramales del Camino, ya casi olvidado, aprovechaba el asiento de una calzada romana para bajar al Bierzo por Manzanal, pero esta deriva fue relegada por la senda maragata.

En todo caso, la velocidad de las comunicaciones por Manzanal no debe privarnos del deleite de lugares como Montealegre, Colinas del Campo, San Pedro Castañero y tantos otros que ilustran la belleza del Bierzo Alto. Montealegre es un pueblo mestizo, con niños y motocicletas en sus calles, que estuvo varias décadas abandonado antes de recobrar la algarabía. Haciendo justicia a su nombre, Montealegre se encuentra aupado en un altozano sobre el arroyo de La Silva, en cuya compañía descendía la calzada desde Manzanal hasta la fastuosa vega de Bembibre. Al otro lado se esconde la ruta del Górgora, que entre robles y castaños conduce al viajero hasta el asombro de una imponente cola del diablo. Estamos en un enclave mágico, aunque un tanto ominoso. En la hondonada asoma la espadaña vacía y resiste parte del ábside de la iglesia románica de San Juan de Montealegre, declarada Bien de Interés Cultural en el año 1993.

Las ruinas desvalijadas ocupan un vallejo de escombreras zarandeado por el trasiego de camiones. Nada que ver con el jugoso y escondido valle descrito por Gómez Moreno, quien fotografió hace un siglo la iglesia enhiesta de ábsides policromados y capiteles corintios. Estos desechos, a los que la declaración monumental llegó con evidente retraso, vivieron un primer conato de traslado al poblado de Compostilla diez años después de su ruina bélica, pero el intento fracasó por exigencias de la mitra de Astorga. Luego, con la euforia de los Veinticinco Años de Paz, las autoridades emprendieron un plan de mudanzas monumentales que sólo cuajó en parte. Las ruinas de Eslonza fueron embutidas en la iglesia de Renueva, la Puerta de la Reina en la Audiencia y el palacio de los Prado de Valdetuéjar sirvió para blasonar el hospital de Regla. Pero no se movió de su solar San Miguel de Escalada, que iba a la carretera de Asturias, ni estas piedras de Montealegre fueron a enjoyar la puerta de León en Albires.

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