Diario de León
León

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Mi madre lo llama tener «tipito de bailaor». El alcalde de León ha de tenerlo, dado que aún utiliza el bañador que se compró nada más concluir su servicio militar, según él mismo cuenta. Reconoció que ahora entrar en él le cuesta un poco más de esfuerzo, pero por lo demás la prenda está como nueva. En cambio, la mayoría de nosotros en el paso del Renacimiento al Barroco fuimos ganando tripa. En diseño textil, una treintena larga de agostos es una barbaridad. Vamos, de cuando Georgie Dann era cabo primera. Don Emilio habló acerca de su calzón acuático al entregarle a «Casa Jesús» el premio de excelencia comercial, la tienda donde lo adquirió. Antes los bañadores se hacían del acero con que se construyen los barcos. De pasó aprovechó para reconocer, con buen humor, que su señora le regaña por su insistencia en ponérselo. Pues la mía, como no tengo mando en plaza, además de regañarme aún se estaría desternillando. Entrar en tu ropa de juventud es mera cuestión de empujar, ahora hacia abajo, ahora hacia arriba, después a los lados; lo difícil es salir de ella con todo casi intacto. No siempre basta con meter barriga. Los calambres por bañador excesivamente apretado provocan cada verano numerosos accidentes, según las estadísticas más fiables.

Si el alcalde me permite una sugerencia, no espere a licenciarlo a que su bañador haya cumplido los 67 veraneos. El pobre lleva ya más chapuzones que el submarino amarillo. Además, mira que si se le desintegra en un salto de trampolín. Por motivos más livianos se han convocado no pocas mociones de censura.

Pero a veces esta clase de lealtades obedece a una razón mucho más profunda que la mera resistencia de materiales, el empecinamiento nostálgico o la austeridad en el gasto. De alguna forma misteriosa, la ropa también fuimos nosotros y vamos dejando en ella nuestro rastro vital. Somos y estamos ahí. ¿Acaso unas raídas zapatillas de andar por casa no pueden recordarte quién eres y cuál es tu camino? ¿Y una vieja bufanda, ya deshilachada por el uso, no logra protegernos de los fríos externos y de los internos mejor que una nueva? Don Emilio pida a los reyes magos unas bermudinas. Genio y cintura hasta la sepultura, pero sin pasarse.

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