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Publicado por
ALFONSO GARCÍA
León

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Bienaventurados los que encienden la cocina solidaria que lleva el calor al cuerpo y a los afectos de los otros. Bienaventurados los que no creen necesario experimentar en carne propia los zarpazos del hambre, la miseria y la injusticia. Y los que se conmueven por las noticias desgarradoras que el hambre provoca cada día. Bienaventurados los que no se dejan dominar por el hastío y la derrota. Bienaventurados los que, a pesar de todo, mantienen viva la llama de la dignidad. Bienaventurados los que luchan por la esperanza. Bienaventurados los que siempre quieren disipar las nieblas del olvido y de la intolerancia. Bienaventurados, como añadidura, porque ninguno espera ni el reconocimiento ni el aplauso.

Bienaventurados los que creen que la justicia es aún un sueño poco maduro. Bienaventurados los que no creen que el B.O.E. sea un arma cargada de futuro que rompe el presente de los ciudadanos. Bienaventurados los que desean una justicia igual para todos y detestan los indultos vergonzosos que desprecian la condición de ciudadanos de la mayoría. Bienaventurados los que exigen a nuestros representantes legislar, no decidir qué es bueno o malo, tan propio de las dictaduras. Bienaventurados los que se oponen a los poderes endogámicos porque son siempre perniciosos. Tampoco alcanzarán estos ni siquiera la sonrisa fría de quienes construyen los territorios de la quimera, no de la utopía. Bienaventurados los que no admiten que los estados de ánimo, las penas y las alegrías se impongan por ley, y menos por las leyes de los mercados. Estos últimos alcanzarán el reino de los inocentes. Bienaventurados los que no se guían por brillos y lucecitas transitorias porque ellos nunca caminarán desorientados.

Bienaventurados los que se oponen a vender y privatizar el Estado, que no es propiedad de los políticos sino de los ciudadanos. Bienaventurados los que no buscan halagar siempre el oído ajeno y decir a todos amén, amén. Ellos acabarán siendo respetados, nunca lo serán los tibios ni los halagadores porque esconden intereses bajo la sumisión. Bienaventurados los que dicen las palabras justas, sin trampa ni cartón, alejadas de la difamación, la mentira y el engaño. Estos conformarán una pequeña especie que debemos conservar con mucho mimo. Bienaventurados los que no creen de verdad que el resto de los ciudadanos es tonto e incompetente y que detrás de ellos, el diluvio. Estos acabarán siendo motivo de chufla y olvido. Bienaventurados los que conservan la memoria como referencia de los hechos y sus circunstancias. Ellos serán puestos en entredicho por los que no aman la verdad. Bienaventurados quienes piensan que las verdaderas transformaciones llegan siempre desde abajo, con el riesgo de ser perseguidos. Bienaventurados los que creen que estos días son algo más que una botella de colores llena de burbujas porque siempre abrirán ellos la senda a los indecisos.