A cascarla

Tenía ya Quevedo al catalán metido en sátiras políticas como parte del problema picudo que arruinaba entonces a España, des-concierto aquel donde también vascos y portugueses tocaban sus flautas o sus pitos.

Siglos después, Ortega y Gasset (qué gran pareja) se escandalizaba ante los privilegios que pretendía el Estatuto Catalán al estrenarse la II República... tanto, que lo catalán fue el principal asunto de su vehemente arenga en el mitin que dio en el teatro Principal de León cuando recorría en 1931 esta tierra pidiéndose el voto para diputado a Cortes constituyentes, acta que logró por el partido judicial de Valderas.

El tiberio catalán es viejo, pues, y se explica: se trata de una nuez cuya propiedad disputan cíclicamente dos litigantes, asunto redivivo en malas tablas que siempre se resolvió cascándose la nuez, dando a cada parte contendiente media cáscara y quedándose el juez con todo el fruto para pagar honorarios y cascos rotos... así que catalanes y españoles se arruinaron un poco más cada vez que la cascaron sacando la lengua a pacer, las banderas a pasear o los cañones al adarve de la Ciutadella.

En fin, la historia se repite con vicio. ¿Iba Quevedo de profeta al escribir esto hace ¡cuatrocientos años!?:

Toda España está en un tris y a pique de dar un tras; ya monta a caballo más que monta a maravedís. Todo es flamenco país y toda cuarteles es; al derecho y al revés su paz alterado han el rebelde catalán y el tirano portugués. Y para obtener granjería con vulpínea maestría la derechona ha usado de ariete al foral navarro, antiguo requeté bizarro, contra hermano vascongado.

(vulpínea es zorrona, por si aclara).

Hoy vuelven jordis y manolos a pegarse por la nuez; habrá que cascarla; y cascándola con la lengua andamos todos los demás como si no hubiera más nueces en esta emputecida España que casca también lo suyo (¡Blesa, cariño!).

Si viera Quevedo este repetirse, ¿se reiría, se exiliaría o se la cascaría?...