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SEGURIDAD Y DERECHOS HUMANOS por ARTURO PEREIRA

¿Un mundo feliz?

Publicado por
León

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Recientemente se han cumplido cincuenta años de la muerte del escritor Aldous Huxley autor del libro Un mundo feliz . Ciertamente lo que este brillante autor describe en sus páginas no se asemeja en nada a lo que se debiera entender por un mundo lleno de felicidad. Más bien se trata de una dictadura de la tecnología que ha conseguido matar los sentimientos. Lo que Huxley describe no es más que una de las múltiples visiones apocalípticas del futuro de la humanidad. Si se revisan las predicciones del futuro tanto por parte de los profetas clásicos, el ejemplo más conocido es Nostradamus, como desde le mundo del cine, no resulta muy tentador estar presente en épocas venideras.

Desde que el mundo es mundo y el ser humano lo ha regido, el conflicto ha estado presente. El enfrentamiento, la guerra como una de sus formas más agresivas han marcado la historia de la humanidad. Algún autor se pregunta cómo es posible que en los comienzos del siglo XXI todavía la guerra esté presente en el mundo. El coronel Enrique Vega, ilustre militar y magnífico profesor de quien he tenido el privilegio de ser alumno, en su obra Los conflictos armados del neoliberalismo elabora una conceptualización que a mi modo de ver sintetiza brillantemente el origen del conflicto armado. Explica el concepto de cratotropismo basándose en la teoría del psicoanálisis de Alfred Alder y más concretamente en su teoría del «afán de poder». Alder defendió que los seres humanos en nuestra infancia sufrimos lo que denominó como sentimiento de inferioridad respecto de los adultos al no ver satisfechas sus pretensiones y ser consciente de su dependencia respecto de ellos. Este sentimiento de inferioridad lo intenta compensar con el afán de poder.

El núcleo familiar reforzaría este afán de poder a través del principio de autoridad. El niño adquiría conciencia de que el ejercicio de la autoridad le da placer y así satisfacción a su «Ello». Se generaría en el ser humano una tendencia natural a la imposición sobre los demás. Frente a esta imposición, una misma variable de esta conducta se revela en los dominados, eleuterotropismo. Se genera así el conflicto. Cuando este instinto se racionaliza y asume colectivamente aparece la ideología. Unas ideologías son impositivas, otras reactivas. Las sociedades son el resultado de un proceso de cratotropismo. Quien ejerce el poder intenta imponerlo.

El mundo actual vive en un conflicto permanente. La economía tiene carácter mundial, el neocapitalismo se ha impuesto y marca el ritmo de unas economías estatales sin apenas margen de maniobra. Los conflictos económicos degeneran en muchas ocasiones en conflictos bélicos. Irán parece haber atenuado su postura intransigente respecto el arma nuclear. Corea del Norte no se sabe muy bien a qué está jugando, el conflicto sirio no parece avanzar adecuadamente, Sudán no acaba de alcanzar la paz, mientras Israel de vez en cuando le cae alguna bomba, sea parte o no del conflicto en cuestión, para que no pierdan la costumbre de vivir bajo la amenaza de ser objetivo prioritario del terror. Estos son sólo algunos de los conflictos bélicos más significativos de la actualidad.

No sé si Alder tiene o no razón con su teoría, pero algo debe haber de cierto porque sino resulta imposible explicar tanta guerra ni tantas ganas de imponer nuestras opiniones a los demás. Claro que los demás no se dejan porque quieren imponer las suyas y entonces vuelta a empezar.

Tras la Primera Guerra Mundial se afirmó que sería la última gran guerra. Lo mismo se dijo tras la Segunda Guerra Mundial. Al concluir la Guerra Fría se afirmó que se abría una gran esperanza para la paz en el mundo. Lo cierto es que los conflictos se suceden unos a otros en un proceso que no parece tener fin.

Está de moda considerar que una de las principales amenazas para la humanidad es que será dominada por su tecnología. Esto debiera hacernos reflexionar porque no dice nada en nuestro favor. Todo creador intenta dejar su impronta en su creación y si nuestros futuros súper-robots van a ser malos con nosotros quizá lo sean porque nosotros no somos muy buenos.

En todo caso son muchos los que afirman que nunca el mundo estuvo mejor, que en el pasado las crisis fueron también terribles y a pesar de ello el mundo sigue. Yo también quiero creer que el mundo tiene futuro. Lo creo porque hay mucha gente buena que se dedica a los demás y pone su vida y sus obras a disposición del bien común. Los ejemplos de solidaridad en este momento de crisis en España están dando una lección al mundo.

El camino hacia un mundo feliz está en nuestras manos, no de ideologías o profetas que llevan errando siglos.

Para saber más: Los conflictos armados del neoliberalismo . Autor: Enrique Vega. Editorial: Uned.

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