Diario de León
León

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En cuanto las aguas del canal de Panamá se salieron de su cauce alguno se acordó del penúltimo inquilino de La Moncloa. Sacyr fue su empresa de cabecera durante aquellos años en los que la E de «excelente estrella» se les aparecía cada mañana a los últimosdefilipinas en aquello del ladrillo. Mientras en otros lugares no tan lejanos apostaban por nadar pero sobre todo guardar la ropa aquí soñábamos entre brotes de todos los colores. Y lo curioso es la capacidad que tienen algunos para que al final su nombre aparezca en todos los pucheros...

En el fondo lo que Panamá ha puesto de manifiesto es la chapuza tradicional española. Recuerdo que hace unos años, tras presenciar como un pez gordo político explicaba el proyecto para remodelar una carretera de la provincia un compañero fotógrafo y yo nos adentramos en un bar próximo y compartimos barra con unos encorbatados que escuchaban a su jefe explicar algo así como: «se creen que les vamos a hacer la obra... como mínimo les van a hacer falta otros mil millones». Entonces las cosas se contaban en pesetas y esto ocurría sin que hubiese comenzado nada, pero nada de la obra.

Todo apunta a que en Panamá se usó el método español de la baja temeraria —los datos son evidentes—, posiblemente del sobre —quizás maletín por el tamaño de la obra— y del intento para remodelar el proyecto —algo totalmente habitual aquí hasta en la instalación de una mera señal—.

Pero alguien erró en los cálculos o no timbró bien los sobres porque lo cierto es que en Panamá no están dispuestos a que con el dinero público se paguen operaciones especulativas como sí se hace habitualmente en España.

La chapuza, que en casos así probablemente debería denominarse abiertamente estafa, ha quedado en evidencia y lo peor es que llega la amenaza creíble de que entre todos los españoles tendremos que tapar otro agujero que se generó, como mucho de lo ocurrido en las cajas, con aquello del «como me vas a decir a mí que no...».

Cuando uno tiene que presenciar tanto recorte que es pura y simplemente injusticia. Y tiene que escuchar a tanto falso profeta bien pagado con dinero público explicarnos la relevancia de lo que hizo, hace y hará. Y presiente que con sus impuestos se taparán otros agujeros que enriquecieron a los de siempre... Entonces surge la duda de si algún día se podrán hacer las cosas de otra manera en España.

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