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Publicado por
ALCÁNTARA
León

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Está claro, a estas alturas, que no podré ordenar mi vida hasta que «mi vida acabe y mi vivir ordene». Hago proyectos, cosa que según algunos es la mejor manera de hacer sonreir a los dioses mejor educados, que nunca se carcajean, ya que no quieren hacer el menor ruido. La verdad es que los años no terminan cuando se acaban. Según algunos pensadores, fugitivamente ilustres, el 2013, que en paz descanse, no nos va a dejar descansar en paz hasta que superemos el 2015. Todo va a seguir más o menos igual, salvo la tarifa del agua, las cuentas opacas en Suiza de la trama ‘Gürtel’ y el escándalo de las facturas falsas. Año nuevo, la misma vida.

Si nos hemos dejado muchas cosas sin resolver es porque no tienen solución y son las más. Por eso hay que disponerse a vivir con menos mientras la Guardia Civil registra los despachos de los senadores y otros amnistiados y Rajoy indaga la fórmula de prohibir por ley las mismas cosas que la ley consiente. ¿Cómo enfrentarse, diez días después del comienzo del año, que coindice con mi terrible cumpleaños, con lo que me espera? La vejez es ante todo una crisis de esperanza. ¿Por qué ha venido a coincidir con la crisis económica que afecta a todos mis compatriotas, salvo a los que se han aprovechado de su patria? Hay que seguir.

Los llamados ‘niños de la guerra’ tenemos una psicología de supervivientes

Lo que no mata engorda y aunque fuéramos niños escuálidos resulta difícil acabar con nosotros. Hay que rematarnos.

Algunos desearíamos que no quedaran cabos sueltos, pero quedan muchas cosas por arreglar. Se dice que cada generación es dueña del mundo, pero el mundo no tiene dueño, aunque siga teniendo amos. El epitafio más triste no lo redactó ningún héroe ni ningún santo, sino un actor de cine llamado George Sanders: «Ahí os dejo, en esa pocilga». No llevaba razón, pero le confundieron los olores. Hay que respirar hondo, lo más profundo posible

Es la única manera de cambiar de aires o de que todo nos traiga al fresco.