TRIBUNA
Cuna del parlamentarismo en la España democrática
El que en el año 2013 la Unesco haya reconocido que en el Reino de León surgió la cuna del parlamentarismo, nos ha llenado a todos de orgullo. Esto es algo que muchos conocíamos pero no es lo mismo que esto sea algo que se nos reconozca a nivel internacional, por instancias tan importantes como la Unesco.
Ni en la historia ni en la biología las cosas surgen por generación espontánea. En el caso leonés hay toda una cultura política que se ha ido desarrollando a través de los siglos y que ha dado forma a cosas como los Fueros de León (la primera recopilación de fueros que se dio en la península ibérica) o el Regnun Imperium Leonés (modelo de concepto de «unidad en la pluralidad») o la propia extensión de los concilios y concejos (por no extenderme más).
El reconocimiento político de la Región Leonesa llega hasta el inicio de la España democrática. No hay que olvidar que León, Zamora y Salamanca era una de las regiones que estudiábamos que componían España. Ello es así por cuanto también en los siglos anteriores la Región Leonesa había mantenido su caracterización (algo que desarrollamos en profundidad en mi libro «la identidad leonesa»).
No deja de ser paradójico que cuando llega la España democrática, la región que se reconoce como «cuna del parlamentarismo» a nivel internacional, se la borre directamente del mapa. Éramos región en la dictadura y dejamos de serlo cuando pasamos a ser un régimen democrático.
Los motivos que se vinculan a esa decisión también son de plena actualidad. En el modelo de Martín Villa, Castilla y León surge para ejercer de contrapeso a los nacionalismos periféricos de Euskadi o Cataluña. Para nada cuenta ni la historia, ni la geografía ni los sentimientos y voluntades de sus ciudadanos. Sin embargo en el 2014 Cataluña plantea un referéndum por la independencia que es un desafío para todos. Es un claro signo de que aquello que pretendían lograr los que inventaron la autonomía de Castilla y León ha fracasado. Al menos nos podría caber la duda de que podría haber sucedido en Cataluña si se hubiese desarrollado un modelo leonés de España en el que la Región Leonesa fuese una autonomía más. Algunos pensamos que ello podría haber contribuido a hacer una España más unida y a que perdiesen fuerza los movimientos independentistas. La hipótesis de lo que podría haber ocurrido es opinable, pero de lo que está ocurriendo y del fracaso del modelo Martin Villa creo que hay datos suficientes que avalan que fue una mala decisión para la Región Leonesa y para España.
No creo que sea casual que mientras los leoneses nos sentimos orgullosos de ser «la cuna del parlamentarismo» en Castilla la figura de referencia sea «El Cid Campeador». Ello es un signo de que son dos modelos de lo que es la concepción de España. El leonés se vincula más a la política y la «unidad en la pluralidad», el castellano tiene un contenido más asociado al ámbito militar y por ello mismo a una España más uniforme. El modelo leonés desarrolla leyes y parlamentos, el castellano favorece un mayor avance de las tropas cristianas en la etapa que se ha denominado como reconquista.
No deja de ser también paradójico que se dé categoría de héroe a un personaje como el Cid que ejerció de mercenario dando prestaciones militares en función de los intereses que pudiese tener. Hay una falsificación de la historia, al menos en los ámbitos populares, que es verdaderamente llamativa. Es el caso por ejemplo de la Jura de Santa Gadea que hoy la gran mayoría de los historiadores coinciden en decirnos que tal acto no existió. Todo es un montaje de los fabuladores de la época que escriben aquello que pueda convenir al que le paga para así ganarse la adhesión de la población en general. Se difunde la imagen un «vasallo ideal, cabal, humilde y honrado que se rebela contra el rey opresor, fratricida, usurpador del trono, y que le pide cuentas en público aún a sabiendas que su gesto le va a traer la ruina y la desgracia personal». (De «la nación inventada» pág. 109 de los autores castellanos Arsenio e Ignacio Escolar). Ni el Cid hizo jurar nada al rey (¿en base a qué?) ni hubo destierro del Cid que vivió nueve años después en la Corte del rey al que supuestamente había sometido a juramento (Alfonso VI) y no precisamente como un don nadie. Con todo lo más sorprendente es tal vez que esas mentiras históricas hayan llegado hasta nuestros días. Los casos al respecto pueden ser muchos así Vellido Dolfos durante siglos ha sido conceptuado como «traidor» por aquella ciudad (Zamora) a la que había contribuido decisivamente a liberarla de su asedio. Diríamos que para que una cosa cale en el medio social no se trata tanto de que sea verdad o mentira sino de las veces que se repita y que de esto suceda se encargan fundamentalmente los vencedores. Los leoneses llevamos demasiados años más entre los vencidos que entre los vencedores.
Sin embargo entiendo que debemos de hace esfuerzos para que la verdad se imponga sobre la mentira, por muy difundida que este. Ese proceso de conquista supone esfuerzo y tal vez estamos en exceso en una sociedad demasiado acomodaticia, pero resignarnos a aceptar lo que nos es dado es un riesgo de «contaminación» excesivamente importante.
En algún momento se reconocerá que a quién se le distingue como «cuna del parlamentarismo» a nivel internacional no es demasiado lógico que luego no se la considere una de las autonomías que componen el mosaico español.