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León

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En esto de la política se están poniendo de moda los llamados «versos sueltos». Lejos de aquello del perfil bajo cada vez son más los que se apuntan a alzar la voz para salirse del redil. Evidentemente es legítimo y en muchas ocasiones incluso muy positivo pero el problema es que siempre se hace imprescindible la coherencia.

El mejor caso sobre hasta qué punto rechinan las actuaciones políticas que únicamente buscan protagonismo o más claramente salvar los muebles es el de Esperanza Aguirre. Sus incongruencias han sido incontables y no pasaría ese polígrafo que suponen las hemerotecas que hacen a cada uno prisionero de sus palabras y lo que es peor, también de sus acciones.

En ésta nuestra Comunidad tenemos revuelto últimamente el patio hospitalario. Andan a vueltas debatiéndose entre el sí, el quizás o el más tarde. Y la verdad es que lo del copago farmacéutico a pacientes crónicos es una auténtica barbaridad. Una canallada que apenas reportará ingresos y que afectará directamente a personas que en muchos casos viven situaciones de precariedad o al menos de limitaciones.

Pero al consejero de Sanidad le ha dado por jugar al malabarismo político. Con una mano envía a los hospitales las instrucciones y con la otra juega al desmarque. Por cierto, una decisión de abrir espacio que únicamente llegó cuando ya se había levantado toda la polémica por esas instrucciones para iniciar el cobro a los enfermos.

Lo del copago llevaba meses de tramitación e incluso se había debatido en un Pleno de las Cortes en el que la Junta pepera se opuso con la boca pequeña sin lanzar ninguna iniciativa real. Y sólo en los últimos días del año, cuando la polémica arreciaba, el consejero se decidió a llevar el asunto ante la Justicia curiosamente tras enviar esas polémicas instrucciones para cobrar el copago a los crónicos. Poniendo una vela a Dios y otra al diablo. Lo más coherente posible.

Y es que eso de los «versos sueltos» cada vez vende más. Alguno dice que incluso vale para amarrarse más al cargo porque cuando lleguen las listas no se atreverán a tocar a los «críticos». Pero lo verdaderamente importante, más allá de las declaraciones grandilocuentes para acaparar titulares, es cuando se aprieta el botón correspondiente o se firma el decreto. Eso es lo que tiene valor real. El resto son canalladas a los propios y lo que es peor, al conjunto de los ciudadanos.

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