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En la Ley de Educación-Lomce, que acaba de publicarse, y que va a entrar en vigor parcialmente a partir del Curso 2014/2015, tendría que aparecer una nueva asignatura llamada: Progresía. ¿Por qué? Muy sencillo, se debe estudiar su aplicación, su correcto uso y sus consecuencias sociales. Con frecuencia hablamos de progresista. Para unos, tiene un sentido económico-social, para otros, es un concepto social que no tiene sentido económico, sino político-demagógico. Estos últimos inventaron o sacaron de la chistera la palabra progresía.

Una sociedad de nuevo cuño se manifiesta «progre». Progre es el apócope de «progresista», utilizado con voluntad denigratoria y resaltando las limitaciones de una ideología que no llega a tal, sino que más bien es una concepción del mundo. «Progresía», por su parte, se utiliza como sinónimo de feligresía «progre».

El «progre» se ve aureolado de tres rasgos que definen su médula: 1) De cara al sistema político es «renovador, reformista e innovador»; 2) De cara a sí mismo es «tolerante, humanista y laico»; 3) De cara a su ubicación normalmente es: «de izquierdas», «de centro izquierda» o «centrista» (y si es centrista, por supuesto, se reafirma diciendo que es de centro «progresista» (porque más acá de la izquierda hay que añadir una muletilla).

El progre, para serlo, debe ser de izquierdas. El progre centrista es un falso progre o un progre emboscado, y a éste se lo define como oportunista (y seguramente lo es). El verdadero progre, como mínimo, está ubicado en el centro-izquierda y, a partir de ahí, llega su presencia hasta la extrema-izquierda. Esto explica muy a las claras por qué el progre es antifascista, pero no anticomunista. A decir verdad, si el progre fuera «tolerante, humanista y laico», difícilmente podría encajar con una doctrina que, desde Marx hasta que fue arrojada a las letrinas de la historia, sus tres rasgos esenciales eran su intolerancia, sus contenidos inhumanos y su formulación con forma de religión laica. Si ellos dicen que son progres, es que lo son, y poco importó el estalinismo, el castrismo, simplemente, propusieron esa bonanza de la dictadura del proletariado, quintaesencia del pensamiento mágico y mesiánico aplicado a la política.

El progre va en contra de la religión o al menos, la quiere alejar de todo el entorno socio-político El progre lucha por reducir todo a laicismo: en especial lo educativo. No suele respetar ni las creencias ni las tradiciones y costumbres de los pueblos y de la gente. El progre nunca habla de una economía progresista porque para ellos lo económico no tiene valor.

Las relaciones del progre con la religión son particularmente sorprendentes. El progre, en sí mismo, suele definirse como laico, lo cual no está reñido con que algunos afinen un poco más y reconozcan que tienen fe religiosa, pero que ésta se aplica solamente a la esfera personal.

El progre defenderá a capa y espada el laicismo del Estado y también en esto incurrirá en una curiosa contradicción. Poco importa que la religión católica sea la tradicional, y que difícilmente podría entenderse nuestra historia desconociendo el hecho católico, lo que realmente le interesa es que la enseñanza de la religión no se enseñe en las aulas y, si hay que hacerlo, sin duda la religión católica debe estar en pie de igualdad con cualquier otra religión para que el alumno conozca y elija... A lo mejor el progre está más alienado con otras doctrinas y prefiere que se enseñe en las escuelas antes que la doctrina católica.

En la educación es, sin duda, donde los progres han metido más sus garras, y es la escuela una de las instituciones que sufren una crisis profunda en nuestro país. La enseñanza es, a decir verdad, la pira de las esperanzas progresistas. Por el contrario, ni una sola de sus intuiciones se ha demostrado eficaz y, a medida que se han ido aplicando unas y otras, el sistema educativo ha ido decayendo sin grandes esperanzas de recuperación inmediata. (Exceptuando la Institución Libre de Enseñanza).

Hoy día podemos distinguir tres grupos de progres: Unos, el de los descontentos con todo, los inconformistas. Son aquellos que fracasaron en sus estudios que no ven luces porque su vida es una sombra. Para éste hay que cambiar toda la sociedad. No hay más que injusticia social. Son anticapitalistas y sólo se dedican a protestar. Son negativos voluntarios social y culturalmente. El recordado Jaime Campmany y Díez de Revenga, de ágil y aguda pluma criticando el sistema educativo decía, «preguntemos quien fue Pío Baroja, Ortega y Gasset, Miguel de Cervantes, Antonio Machado y no te sabrán contestar. El progre sabe quien es Belén Esteban; conoce a Paquirrín, y toda la farándula televisiva y toda la cornamenta de este país y el progre se acuerda más de «cuando se han bajado de una cama, y cuando se han subido a otra».

Otros, son aquellos que tienen solucionado su empleo y la economía. Se rebelan contra todo el progreso. Son liberales a su medida. Son pro aborto libre, enseñanza pública, fuera la religión de las aulas. Normalmente están en la izquierda o extrema izquierda. Son defensores de la naturaleza. Ecologistas que normalmente, sino van contra el progreso, al menos, lo obstaculizan. Buscan reivindicaciones sociales populistas.

Finalmente, hay otros grupos de progres, muy numerosos, con un sentido económico. Buscan el progreso de la empresa. Son los empresarios en general, trabajadores autónomos y millones de trabajadores que lo único que les preocupa es tener un empleo, Éstos son los que buscan el progreso económico. Estos son los auténticos progres del progreso. Mientras tanto, muchos jóvenes de este país, luchan, se esfuerzan, se sacrifican para encontrar un trabajo digno y que quieren progresar y tienen que emigrar para entregar a otros países sus conocimientos y para que esos Estados progresen. Esto es ser progre.

Cuando incluyamos en el sistema educativo una nueva asignatura llamada «progresía», entonces muchos progres dejarán de ser progres y trabajarán por el auténtico progreso.