Diario de León

EL CORRO

Craso error de cálculo

Publicado por
PEDRO VICENTE
León

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Contra todo pronóstico, Clinton llegó a la Casa Blanca en 1993 gracias a un asesor que descubrió que la clave electoral no era la política exterior que avalaba a su rival, el republicano George Bush padre, sino las necesidades sociales y económicas que sufría el norteamericano medio. «¡Es la economía, estúpidos!» fue el certero diagnóstico que decantó aquellas elecciones a favor del candidato demócrata.

En 2011 Rajoy ganó las elecciones sin despeinarse. Zarandeado por la crisis económica, el gobierno Zapatero se cavó su propia tumba electoral, sirviendo en bandeja al PP la victoria por mayoría absoluta. Sacar a España del marasmo económico era y sigue siendo el reto de Rajoy, quién, eso sí, nunca nos advirtió —todo lo contrario— que la solución consistiera en subir los impuestos, devaluar salarios y pensiones y cercenar el Estado de Bienestar.

Ese enorme sacrificio impuesto a los españoles le ha supuesto un tremendo desgaste al PP, que, si hoy hubiera elecciones, quedaría muy lejos de aquella mayoría absoluta. Pero para eso faltan dos años, un periodo en el que Rajoy confía en que despegue un ciclo de crecimiento estable que permita crear empleo sostenido. Ello le situaría en condiciones de presentarse a las elecciones de 2015 como el gobierno que consiguió sacar a España de la crisis, lo cual, aun persistiendo entonces varios millones de parados, constituiría su gran activo electoral.

Una vez que el PP ha fiado su suerte a la recuperación económica y dispone de datos macroeconómicos para sostener que ya está en marcha, ¿a cuento de qué ha venido perturbar ese debate con una reforma del aborto que ha desatado la caja de los truenos en la sociedad española? Dicen los analistas que se trata de un guiño a su electorado más conservador, muy molesto con algunos de los incumplimientos del gobierno Rajoy, así como también por lo que dicha facción considera una tibia reacción ante la derogación de la doctrina Parot. Si es así, el error es mayúsculo y sus efectos no pueden ser más contraproducentes.

Si se trataba de complacer al sector más confesional del PP, la reforma de Gallardón se ha pasado tanto de frenada que no la asume ni el conjunto del partido, en cuyo seno ha originado un problema interno con el que no se contaba. Pero ese es un daño limitado. Lo peor es el espanto que provoca en la mayoría del cuerpo electoral una ley que nos retrotrae a las épocas del aborto clandestino. ¿Es posible que a estas alturas el Gobierno no se haya enterado que el voto moderado es el que a la postre decanta siempre la balanza electoral?

Resulta por ello obvio que el principal damnificado de esa ley sería el propio PP, que con ella estaría haciéndose el harakiri. Por la cuenta que le trae, Rajoy tendrá que corregir este monumental error de cálculo. En el lance Gallardón engrosará el grupo muertos políticos vivientes cada vez más numeroso en el Consejo de Ministros.

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