Diario de León
Publicado por
ALFONSO GARCÍA
León

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La calle, sabia, tiene multitud de dichos y frases hechas sobre la salud. «Con salud, todo se arregla», por ejemplo, variedad del conocido refrán «Entre salud y dinero, salud primero». La salud como bien supremo, a veces desgraciadamente olvidada mientras se goza. Como bien personal y social que representa, el dinero y la salud han de darse la mano, aunque en otro sentido, no solo como ejercicio de un derecho, sagrado y universal, sino para minimizar la repercusión social —con su componente económico, claro está— que la enfermedad representa. En este proyecto común están embarcadas todas las sociedades que se precien, la nuestra, al menos hasta ahora, de manera ciertamente ejemplar. Las cosas cambian con rapidez vertiginosa, a veces para mal, como es el caso. De hecho, varias prestigiosas revistas científicas ( The Lancet, British Medical Journa l,…) señalan la erosión que se está produciendo en el Sistema Nacional de Salud español, que, incluso, puede «poner vidas en riesgo».

Me asusta el dato, que desconocía: veinte millones de españoles padecen alguna enfermedad crónica. Muchos miles conviven a diario con nosotros. Y no pocos me cuentan las barbaridades y atropellos que están cometiendo con ellos, hasta el punto de que los eufemísticos ajustes están afectando muy seriamente a la calidad de vida —a la vida misma— de estos enfermos. A la ya conocida exclusión social se está añadiendo —¡oh vergüenza suprema!— la exclusión vital en una imparable degradación que no parece tener ningún baremo para interpretar el sentido de la austeridad.

Y en este país, que nos quieren hacer ver como una nueva tierra de Jauja —la insistencia publicitaria y malévola del poder—, parece que hasta la enfermedad molesta, en una falta de respeto que no tiene calificativos. Las crisis originan situaciones muy injustas porque, entre otras cosas, el reparto de la carga es muy desigual. Y a las pruebas me remito, en este cruel sometimiento de la vida del país a los intereses políticos y a los intereses de ciertas minorías. La soberbia de las mayorías —democráticamente respetables, por supuesto, cuando no se convierten en dictaduras encubiertas— es tal cuando quieren hacer blanco de lo negro. Y muy negro se lo ponen, además, a buena parte de este colectivo, que, por serlo, ve limitados sus ingresos, o sus nulas o mínimas prestaciones. Y ahora, además del copago —con traición navideña, por cierto, a los jubilados les aumentan el copago seis veces por encima de la subida de la pensión—, el copago hospitalario, la supresión de algunos medicamentos… Téngase en cuenta que el ahorro sanitario derivado no es tan significativo como lo puede ser el perjuicio económico y, sobre todo, de salud para estos pacientes. Léase la realidad con el suficiente sentido de justicia y humanidad. Qué difícil se lo ponen. Qué fácil es legislar contra los más débiles.

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