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León

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La reunificación del leonesismo vuelve a reeditarse como éxito de ventas para entretener el año preelectoral. La llamada que hace otra vez la UPL como si tocara a vecera para que acudan primero las vacas duendas y la cabaña y, un poco después, las paridas y las añojas. Todos a pastar en comunión contra el establishment castellano, dentro de ese discurso ilusorio construido para defender que un enemigo común sirve para dar matriz a un colectivo.

Nada que ver con una realidad en la que se arraciman bajo la denominación de leonesistas colectivos dispares: élites intelectuales, convencidas de su papel de guardianes de la esencia de Alfonso VII, sin importarles después cobrar la factura de la Junta mientras mantengan la patente del leonesismo; grupos folclóricos de fin de semana para ondear enseñas; órdenes de masonería en la diáspora siempre atentas a agarrarse a la última farola reluciente para tener pábulo; y mercenarios políticos de todo pelaje que ven una puerta abierta al poder, aunque luego se vendan al PP, como si promocionaran con normalidad de la cantera de Mareo al Bernabéu, que ahí están los alcaldes de Valverde de la Virgen, Sariegos o Toreno para probarlo. Un ejército de Pancho Villa en el que sobreviven convencidos defensores de una guerra perdida hace 30 años: concejalines, pedáneos sin fondos, trabajadores anónimos que se resisten a que les llamen castellano-leoneses, dulzaineros, desencantados de un sueño que les han traicionado de forma repetida...

Pero la convocatoria para unificar a las doce tribus de Israel amanece cuando apenas quedan migajas para repartir. La confabulación para forjar un anillo para gobernarlos a todos, un anillo para someterlos, que encara el nuevo líder de la UPL, Eduardo López Sendino, cuando ni siquiera existe un proyecto en el que embridar los machos, con un candidato en cada cocina, un líder en cada pueblo, un aspirante en cada cada portavoz del leonesismo social. Un maremagnum en el que se quedan cortas las primarias socialistas, donde no se sabe si habrá que hacer liguilla, se jugará a muerte súbita o arbitrarán un sistema de cruces con el sorteo amañado.

Se puede leer al inicio de Anna Karenina: «Las familias felices son todas iguales, cada familia infeliz es infeliz a su manera». Ahí reside el truco de por qué no se reunifica el leonesismo.

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