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Publicado por
PEDRO VICENTE
León

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En plena travesía de un penoso desierto, el PSOE confía encontrar en las elecciones primarias la palanca necesaria para sintonizar con el electorado que le abandonó en 2011, recuperar la credibilidad política perdida y erigirse de nuevo en alternativa de gobierno ante la triple convocatoria electoral de 2015. Es innegable que las primarias constituyen sobre el papel una buena receta para corregir el déficit de democracia interna de los partidos, abrir éstos a la sociedad y, en definitiva, acercar la denostada política a los ciudadanos. Pero también lo es que el proceso entraña ciertos riesgos, que, si no se conjuran, pueden producir el contraproducente efecto de que sea peor el remedio que la enfermedad. Aquí y ahora, las primarias socialistas constituyen un arma de doble filo.

Rehuida la catarsis que debiera haber afrontado tras su debacle electoral en 2011, y tras haber cerrado en falso esa crisis en el agitado congreso de Sevilla, el PSOE no tenía otra opción que canalizar su regeneración a través de elecciones primarias. El problema es que las va a afrontar bajo el signo de la división. En las democracias con tradición en la materia, las primarias no ponen en riesgo la cohesión interna de los partidos, cuyo cierre de filas está plenamente garantizado tan pronto como finaliza el proyecto. La unidad no se resiente ante el conjunto del cuerpo electoral.

El riesgo de que las primarias socialistas degeneren en una batalla fratricida por el poder del partido resulta evidente. Y si eso fuera así, o así lo percibe la opinión pública, el resultado puede ser letal. El virtuoso efecto de fortalecer el partido ante la sociedad se trocaría por su debilitamiento y erosión ante un electorado que castiga duramente en las urnas las divisiones internas.

En el PSOE de Castilla y León se dan todas las circunstancias para que las primarias autonómicas desencadenen una batalla a cara de perro a saldar con la victoria pírrica de uno de los contrincantes. La bicefalia ha fracturado a los socialistas de la comunidad en dos bandos cada día más irreconciliables. Y ello a partir del pulso mantenido entre el secretario autonómico, Julio Villarrubia, y el portavoz en las Cortes y número tres en Ferraz, Óscar López, por encabezar el próximo cartel socialista a la presidencia de la Junta. Una disputa que, con arreglo al calendario aprobado el pasado fin de semana, habrá de dirimirse el próximo mes de septiembre.

Con la dirección del partido fracturada tanto en el ámbito autonómico como en el provincial (la pasada semana saltaba por los aires la ejecutiva de Ávila) esas primarias a cara de perro entre López y Villarrubia pueden conducir a los socialistas de Castilla y León a un verdadero cataclismo. Su actual situación ya lo bordea.

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