Diario de León
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No recuerdo exactamente cuando ocurrió, pero más o menos unos cinco o seis años. Había una conferencia en el Club de Prensa del Diario de León en la calle Fajeros. La conferencia la daba Demetrio Madrid, acompañado de Amilivia. Al final de la conferencia hubo un debate, pedí la palabra, se me concedió y dije lo siguiente: «Señor Demetrio Madrid, a principios del año 1980 se reunieron en Valladolid usted, el señor Gregorio Peces Barba, el señor Rodolfo Martín Villa y el señor León Justino de Azcárate. Al final de la reunión dieron ustedes una rueda de prensa y en ella anunciaron que la región leonesa formaría parte en una Comunidad autónoma con Castilla. ¿Nos podría usted decir a los aquí presentes los argumentos expuestos para integrar a la región leonesa con una parte de Castilla en contra de la voluntad de los ciudadanos leoneses y de sus instituciones por lo que era una decisión antidemocrática y en contra del artículo 2º de la Constitución Española. por lo que esa integración era claramente inconstitucional?». El señor Madrid, en un alarde de oratoria que firmaría el mismísimo Demóstenes habló cinco minutos sin decir nada, sin contestar a la pregunta.

Terminada la conferencia salí a la calle y, mientras hablaba con unos amigos, vi que el señor Madrid venía acompañado de dos hombres, creo que sin darse cuenta, hacia donde yo estaba. Al llegar a mi altura le dije: «Señor Demetrio Madrid, no contestó usted a mi pregunta». La respuesta no puedo olvidarla, se me grabó en mi cerebro: «hombre, no le podía contestar». Quise replicarle, pero los dos hombres que lo acompañaban, lo agarraron por los brazos y se lo llevaron.

La integración de la región leonesa en 1983 en este engendro de autonomía llamado Castilla y León ha variado el ritmo milenario de avance y progreso hacia un retroceso imparable a un profundo abismo que empieza a asustar. Ya han convertido a la región leonesa en general y a la provincia de León en particular en un geriátrico. Ya no son sólo cientos de pueblos leoneses los que caminan irremediablemente a su pronta y total desaparición, sino que algunas cabeceras de comarca corren el mismo peligro. Hoy ya hay más jóvenes nacidos en la provincia de León que viven en otros lugares que en la propia provincia. Por otra parte, nacen muchos más niños de padres leoneses fuera de la provincia que en ella. Nos han despojado de nuestra historia y de nuestra identidad como pueblo. Más que declive esto parece una destrucción bien planificada de todo aquello que haga referencia a nuestro pasado.

Los diversos gobiernos de Castilla y León no se han dedicado a crear autonomía ni identidad, se han dedicado a destruir a la región leonesa. Existe el convencimiento de que León es una región habitada por buena gente, que nunca protesta por nada, una región con una provincia, la de León, que es una de las más ricas de toda España en recursos económicos, en especial agua, energía eléctrica y minerales así como productos agrícolas y ganaderos, todos ellos básicos para un desarrollo económico a la que han planificado destruir para aprovecharse otros de esos recursos.

La actuación política de algunos leoneses ha abocado a esta provincia y a toda la región leonesa al período más negativo de los últimos mil años, exceptuando el corto paréntesis de la época de Almanzor. Por cierto los motivos de esta ruina y la de Almanzor son muy similares: las traiciones de algunos leoneses y de otros también.

La mayor parte de los que se tienen por demócratas, aquellos a los que se les llena la boca con esa palabra, creen que la libertad consiste principalmente en el voto. Y la libertad consiste en la verdad. El voto por si solo es un sucedáneo de libertad. Ya lo dijo Cristo: la verdad os hará libres.

La integración de León en la autonomía de Castilla quedará escrita en el libro de la vida de todos los traidores. Ha sonado la hora de que los ciudadanos que amamos a esta bendita tierra leonesa nos movilicemos pero no criticando a los unos y a los otros, sino sumando esfuerzos y sacrificios de todos en pro del bien común. Los leoneses somos prisioneros en nuestro propio país, porque la sociedad no puede asentarse sobre la resignación sino sobre la justicia Los historiadores y los políticos tienen la obligación de devolver a León su realidad.

Si no se pone pronto remedio la ruina primero y la desaparición de León como pueblo después parece inevitable. Nadie está haciendo nada para evitarlo. El Partido Socialista le tiene alergia a la historia y a la verdad. Del Partido Popular, no solamente no podemos esperar nada, sino que están compitiendo con los socialistas en ver quien hace más daño a León. Me refiero lógicamente a los más altos mandos. Porque estoy convencido de que las bases y los mandos intermedios de ambos partidos quieren la separación de León de esta autonomía. En cuanto a los llamados leonesistas no hay más que ver lo que han hecho hasta ahora: pactar con unos o con los otros para tocar poder y hacer caja. Alguno ha reconocido haber cometido errores, pero los demás han declarado que, llegado el caso, volverían a hacer lo mismo.

Los políticos que han creado este engendro de autonomía son los responsables de la indigencia identitaria de los leoneses. Ellos montaron un sistema de enseñanza en el que el reino de León fue, desde su inicio el año 910, parte de la Corona de Castilla, luego lo integraron en Castilla hasta hacerlo desaparecer. Se han escudado en la mentira para lograr sus fines que no son otros que aprovecharse de los recursos económicos de León para enriquecer a la ciudad de Valladolid. Los datos avalan esta realidad

Queda una esperanza. Yo tengo plena confianza en la infantería leonesa, me refiero al pueblo leonés. Tiene que despertar de una vez y darse cuenta del grave peligro de desaparición que corre como pueblo. No puede perder ni un minuto más. Muchos ya han despertado, otros muchos no tardarán en despertar. León nos necesita a todos.

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