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Publicado por
JULIA NAVARRO
León

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El presidente peca de prudente, lo que hace que muchos le consideren un político con falta de iniciativa y un tanto apático. En algunos asuntos el pecado de prudencia se convierte en virtud, por ejemplo en lo que se refiere al conflicto desencadenado por los políticos nacionalistas catalanes. Pero en otros asuntos amarra mucho a la hora de dar su opinión.

Pensaba en esto mientras veía la entrevista que le han hecho en Antena 3 el lunes. Como Mariano Rajoy no es un político que se prodigue en declaraciones públicas la entrevista tenía un plus de interés. El resultado seguramente fue decepcionante para muchos, porque a fuerza de prudencia, resultó escaso de contenido aunque, todo hay que decirlo, por lo menos a mí me sorprendió su defensa de la infanta Cristina. Pero salvo en este asunto y en afirmar prudentemente que en lo que respecta a Cataluña su única hoja de ruta es hacer cumplir la ley y la Constitución, como no puede ser de otra manera, poco más nos desveló el presidente de Gobierno.

Por centrarnos en Cataluña, ya he escrito en otras ocasiones que en este asunto me parece acertada la prudencia del presidente. Sería un desatino que Rajoy se dedicara a participar en una guerra de declaraciones. Que si Artur Mas dice algo él le respondiera, que si Oriol Junqueras dice lo de más allá el también estuviera al quite.

El presidente, en lo que se refiere a Cataluña, está acertando, al no participar del juego de declaraciones y contra declaraciones. Rajoy ha repetido lo único que puede decir y es que su obligación es respetar y hacer respetar la ley y que él no puede «negociar» nada que tenga que ver con la soberanía que corresponde a todos los ciudadanos españoles. De ahí no le sacan y hace bien. Pero ya digo que amén de cantar las bondades de su política económica poco más dijo en la entrevista televisiva. Se escapaba con anguila de las preguntas más comprometidas.

Y es que cuando hay tantos y tantos ciudadanos rechazando determinadas políticas, léase la nueva ley de educación, o la del aborto, me parece a mí que lo que debe de hacer un gobernante es preguntarse si está haciendo algo mal. Y ojo, una cosa es aguantar los envites de la oposición, que la oposición está para eso, para ser el contrapunto crítico de cuánto hace el Gobierno, y otra cosa cuando hay un clamor de la ciudadanía contra determinadas leyes.

El buen gobernante es el que gobierna para todos, no sólo para los suyos, y hay asuntos que requieren el mayor consenso. La educación, la sanidad, las pensiones, son asuntos que deberían de estar permanentemente consensuados.

Pero volviendo a la entrevista, seguramente los ciudadanos esperaban algo más, aunque acaso la cuestión de fondo no sea tanto lo que no dice el presidente si no esa aparente falta de fuelle, ese exceso de prudencia, ese temor a meter la pata, ese amagar y no dar.