Diario de León

TRIBUNA

No hagamos del grano un divieso

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Cuando yo era mozalbete acostumbraba a reunirme los sábados por la noche con unos cuantos amigos en el Café Victoria, en la calle Ancha entonces del Generalísimo, para confraternizar y jugarnos el café en los billares del segundo piso. Guardaba todavía el establecimiento aires modernistas en el mobiliario, lámparas, techo, paredes y levita un tanto ajada de Severino, un camarero próximo a jubilarse, siempre refunfuñón ante el poco ejemplar comportamiento de una mocería que había acabado por desplazar a clientela más distinguida y menos molesta. «¡No hay cultura!», era su desahogo favorito, que ampliábamos en «…señor Severino!» como saludo de llegada y despedida. Cosas de chicos. Hasta el día en que un compañero de juegos, por atacar con desmedido ímpetu la bola de billar, erró el golpe con el taco ocasionando un considerable rasgón en el verde e inmaculado tapiz. Entonces el señor Severino, como si la propia piel fuese la dañada, estalló con furia: «¡No hay cultura ni vergüenza ni derecho!». Ya no existe el señor Severino ni los billares del Victoria. La cultura es castigada por el IVA, la vergüenza cabalgada por la corrupción y el derecho, en especial de la mujer, puesto en entredicho por el ministro Gallardón.

Protesta similar a la del señor Severino, acompañada de ruido de cazuelas, la han protagonizada estos días quienes están en desacuerdo con la obra que el Ayuntamiento pretende llevar a cabo en la plaza del Grano, bajo la sospecha de que, alertados por anteriores fechorías urbanísticas cometidas en ella y en otros lugares de la ciudad, consideran un proyecto que va a rasgar el cutis de la plaza, a la vez de suponer un gasto no prioritario.

La movilización ha llegado hasta la pluma de Antonio Gamoneda. Pero dejemos la literatura y vayamos al grano para evitar su inflamación en divieso o furúnculo que erupcione en nuestra urbana epidermis.

Los ánimos del personal están tan caldeados por graves circunstancias sociales que una simple chispa puede provocar el incendio. La sombra burgalesa de Gamonal es alargada.

La asociación Promonumenta dirigió una carta a la Concejalía de Urbanismo del Ayuntamiento en la que mostraba su preocupación por el proyecto y el deseo de conocerlo. Inmediatamente fuimos convocados en el Ayuntamiento los directivos de la citada asociación cultural defensora del patrimonio junto al presidente de Sofcaple, con la presencia de la concejala Martín Granizo y el arquitecto autor del proyecto Cañas del Río. Partimos de un hecho incuestionable: el lamentable estado de la plaza exige una intervención que concilie la demanda de los vecinos y el respeto a la imagen tradicional. Sobre varios planos se nos explicó pormenorizadamente los aspectos de la reforma. De momento, sólo hay presupuesto para una primera fase, la más urgente, consistente en pavimentar las aceras que circunvalan la plaza con el fin de mejorar su peatonalización. El coste aproximado es de 50.000 euros. Las siguientes fases sólo se emprenderán cuando haya presupuesto para ellas, sin que en modo alguno rebase el medio millón de euros, Si el proyecto se cumple como está previsto y con el consentimiento de Patrimonio, nos parece aceptable, salvo en tres aspectos. A la medición en el proyecto de dos metros para los tramos más anchos de las aceras, sugerimos recortar en 1,5, que fue aceptada sin mayor discusión. Otro aspecto, también aceptado, es la intervención en el edificio retranqueado de ladrillo visto a medio construir, que afea la plaza e hizo desaparecer en su día unos metros de soportal. Se va a cubrir, resolver su situación legal y reconstruir el pórtico. También expresamos nuestra disconformidad a que continúen en pie los dos arbolotes junto a la fuente. Suponen un ataque a la estética, a la historia y al pavimento. No se contempla en el proyecto ni trasplantarlos ni talarlos. Es una pena.

Por lo que respecta al empedrado del pavimento —el elemento más emblemático y discutible—, el proyecto contempla su conservación en canto rodado, nivelación, vegetación entre los bolos o guijarros y vistoso diseño en el entramado de los mismos. Pero reforzando la base en que se asienta para evitar el hundimiento y una conveniente canalización de las aguas pluviales. Se nos presentó como modelo una obra similar realizada en Santiago de Compostela, absolutamente convincente porque, no sólo repara los inconvenientes que hoy tiene el suelo, sino que lo acerca a un estado más acorde con el empedrado típico leonés, hoy apenas visible en algunos interiores y desaparecido prácticamente en el espacio público exterior.

Creemos, pues, que el proyecto elegido cumple la armonización deseada entre la demanda de vecinos y transeúntes y el ideal más próximo a su estructura primitiva, dentro de unas posibilidades presupuestarias escasas, pero sin tener que remontarnos a hipotéticos o figurados estados de la plaza en el pretérito perfecto o pluscuamperfecto. Adecuar la imagen de la plaza lo más cercanamente a su aspecto dieciochesco, cuando se le adjuntó la fuente —elemento que nadie discute como inconveniente o intruso—, sería, a mi juicio, lo más razonable. Ante la disyuntiva de un proyecto más ambicioso imposible por falta de presupuesto u opción al inmovilismo o chapucero parcheo, nos quedamos con el proyecto elegido.

Aprovecho la oportunidad para insistir, respecto a la cutícula urbanística de la ciudad, en mostrar mi disconformidad a que sigan con su actual nombre un par de calles como tumores a extirpar. Las dedicadas al Capitán Cortés y Alférez Provisional no tienen ninguna conexión con el paisaje ni con el paisanaje legionense. Su persistencia se explica sólo al amparo ideológico y como reliquia de una cruel lucha fratricida.

Aprovecho también para sacar a colación otro hecho urbano que está demandando una solución. Quienes pasamos todos los días ante su fachada, nos gustaría ver operativo el inmueble denominado Casa del Peregrino, junto al Parador-Hostal de San Marcos, cerrado hoy a cal y canto. Bajo el portón, lo único que salen y entran a su antojo son las lagartijas. Para darle utilidad y perfecto estado de revista, no sería mala idea ceder su espacio a un número determinado de sedes de asociaciones culturales mediante concurso público. Sería como matar varios pájaros de una sola perdigonada y sin coste para las depauperadas arcas municipales.

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