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Publicado por
ERNESTO ESCAPA
León

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Lombillo, Salas y Villar de los Barrios, con el vecino Campo, forman el anillo palaciego de Ponferrada. Campo se encuentra en un leve desvío de la ruta jacobea. En el camino desde la plaza a la iglesia se pasa por una fuente romana. En Lombillo los miradores amplían los horizontes de la hoya berciana. Salas y Villar de los Barrios, con su pasarela palaciega, rematan el regreso a la capital del Bierzo por el hermoso puente sobre el Boeza. Durante años, el curioso museo que instaló Adelino Yebra en su casona de Villar fue casi el único abierto en El Bierzo y por tanto visita obligada en cualquier ronda por la comarca.

En sus dependencias se acumulaban las vajillas de Sargadelos y ediciones fatigadas del Quijote, una colección espléndida de bargueños y dos Picassos de cuando el pintor firmaba Pablo Ruiz, traídos de La Coruña. Con un poco de credulidad, el visitante podía contemplar una pulsera de Cleopatra, varias cartas de Santa Teresa, dos pistolas de Carlos V, la espada de Juan de Austria y una cama en la que sólo podía descansar la duquesa de Alba. Tiempos encantadores aquellos. Actualmente, aquel circuito obligado por el imán de don Adelino ha quedado reducido a excursiones gastronómicas y de senderismo desde la capital del Bierzo. Y realmente es una pena.

Como el tenaz retraso en proteger su empaque monumental. Por pura indolencia. Villar de los Barrios es un pueblo que hay que recorrer a pie, desde la ermita del Cristo hasta la parroquia. El paseo discurre entre casonas solariegas, cuyo estado de abandono a veces nubla el ánimo. Muros con revoco de cemento, balcones mezquinos o persianas ajadas de plástico envilecen un conjunto en el que descuellan algunos ejemplos rehabilitados con mimo, que ofrecen el atisbo de lo que podría volver a ser este pueblo. La casona de los Capelo exhibe la bravuconería de su escudo desafiante: «Soy Capelo, a tres acometo, a cuatro no huyo, a cinco no he miedo». Son construcciones generalmente de los siglos diecisiete y dieciocho que revelan la prosperidad del vino.

La parroquia de Santa Colomba soporta delante de la espadaña original el pegote de una torre intempestiva, legado inconcluso de los tiñosos cuarenta. Lombillo repite el repertorio de casonas, alguna con la dolorosa cicatriz de su escudo arrancado, y la oportunidad de mirar a la capital del Bierzo desde arriba. Hacia Salas se yergue solitaria la iglesia de San Martín, monumento nacional. Un templo medieval rehecho en el dieciséis con un porche amplio, que protegía a los guardaviñas. En Salas se conserva la bodega y panera que fue del cabildo de Astorga. Pero el edificio más llamativo es la capilla de la Visitación, de medidos del dieciséis, que cubre su única nave con un artesonado magnífico.

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