FUERA DE JUEGO
Carácter singular
Cuando por estas tierras la alabanza hacia una persona es unánime quiere decir que el protagonista del caso es alguien realmente singular. Prudencia-discreción o fidelidad-lealtad. Esos son algunos de los calificativos que más se han repetido en los últimos tiempos sobre Jesús Fernández, hoy obispo compostelano.
Y por aquello de los caprichos del calendario o de las tentaciones del diablo este próximo domingo la Cultural, su Cultu, juega en Santiago contra el Compos y pondrá a prueba su templanza para no quedar en evidencia ante los feligreses del nuevo rebaño que pastorea si su equipo de toda la vida marca algún gol.
Hay aficiones como las del Atlético, Estudiantes o Betis que presumen de su capacidad de sufrimiento y su fidelidad a los colores pase lo que pase. Y uno es de los que piensa que ser aficionado de la Cultural probablemente va incluso mucho más allá porque con la dilatada historia de sinsabores del club —la mayoría muy lejos de los campos de fútbol— más de uno se ha ganado una medalla y sobre todo en jornadas como la de este pasado domingo cuando lo más blanco que había no eran las camisetas del equipo local.
Ser capellán de la Cultu tiene que ser algo que curte en asuntos religiosos. Porque ser defensor de la fe —sea la que sea incluso la que se tiene en el propio equipo— dentro de ese estadio deportivo tiene un mérito singular.
Y quizás esa vinculación tan intensa con el mundo del deporte desde niño haya colaborado a forjar ese carácter que despierta simpatías y alabanzas tan unánimes. Más allá de los millones de euros y de las cámaras de las televisiones hay otro deporte, ese que se labra su futuro cada atardecer desafíando al frío, a la lluvia o incluso a la nieve. Que intenta enseñar a los pequeños que no todo es ganar y que el respeto —al compañero y al rival— la solidaridad y la honestidad son imprescindibles para poder mirar a la vida cara a cara.
El sábado no era un día cómodo para viajar aunque fueron muchos los que se desplazaron hasta Santiago para acompañar al ‘páter’ —como le conocen los culturalistas—. Para poner en evidencia el agradecimiento de esta tierra hacia un hombre discreto aunque dispuesto a plantar cara como buen portero a todo lo que venga y a trabajar por esos valores en los que pone toda su fe.