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TRIBUNA

Sólo quieren poder disfrutar en el río

Publicado por
TOMÁS GIL.
León

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Cuando escrito esto es 14 de febrero, emblemática fecha de amor y amistad, en la que muchos ya soñamos con el inicio de la temporada de pesca. Preparamos nuestras cañas, probamos nuestros carretes, completamos nuestras cajas de señuelos, en definitiva comenzamos a pescar en nuestra imaginación. Soñamos lances imposibles, recordamos aquella trucha que la temporada pasada se nos escapó bajo aquella maldita rama que se mecía en las aguas de nuestro amado río porque todos tenemos nuestro río.

Todos soñamos hasta que un mazazo nos despierta y nos dice que esta temporada no todos podemos soñar, que nuestros gobernantes esos que con nuestros votos hemos dado cargo y sillón han elaborado una nueva ley de pesca, asesorados por Dios sabe quién, una ley que a muchos de nuestros amigos y compañeros ya no les deja soñar, al abuelo que cada año me encontraba pasado el recodo de la escollera esta temporada no le voy a ver, no podré charlar apenas unos minutos, no podrá contarme con sus ojos chispeantes aquella trucha que pescó hace ya diez temporadas y que cada año aumentaba de tamaño en varios céntimetros de manera milagrosa.

Podré pensar que está enfermo o que esa mañana está demasiado fría para él o que quizás falleció. Pero no, la realidad es que nuestros gobernantes lo han echado de su recodo. Su delito es saber pescar sólo a cebo, como pescó desde que era un niño, como pescó aquella trucha que cada año crecía milagrosamente.

Y esto me hace pensar cuantos abuelos de ojos chispeantes no podrán estar este año en su recodo, dejando sitio a nuevos pescadores que con sus flamantes cañas de tecnología aeroespacial y sus vareadores de múltiples capas patean el río, mi río, el río del abuelo de los ojos chispeantes y los veré sacar truchas en el recodo y recrearse en el lance para después de mil sobeteos a la trucha esperar que llegue su amigo y con su cámara digital y sumergible les saque la foto de rigor, porque ellos pescan «sin muerte» y los veré soltar la trucha no como el abuelo que pescó una trucha hace diez años y se la llevó para cenarla, aunque después siguió creciendo cada año varios centímetros.

Creo que esto no me va a gustar. Me voy a sentir culpable y responsable de que aquel buen paisano no esté en su recodo por el único delito de no conocer otra técnica que la pesca a cebo. Hace unos días a título personal comencé una campaña de recogida de firmas por medio de la organización change.org, enseguida tuve el apoyo de muchos amigos a los que no puedo más que estar agradecido ya que sin ellos poco o nada hubiera podido conseguir.

En dicha campaña me centré en un colectivo que, si cabe, su situación aún me parece más sangrante. Son los disminuidos físicos. El delito de estos, además del arte de pesca que puedan emplear, se encuentra en su problema de movilidad y el hecho de ver mermada la posibilidad de pescar en los pocos lugares que su discapacidad les permitía. Son apenas un puñado de personas pero ni para ellos nuestros gobernantes han tenido la más mínima consideración. A pesar de que ya hace muchos años deberían de haberse preocupado de que todos los ríos de nuestra comunidad. Hubieran tenido esas personas lugares habilitados en exclusiva para ellos. No puedo ponerme en la piel de ninguno de ellos, no alcanzo a imaginar lo que se debe sentir amarrado a una silla de ruedas, pero sí sé que hoy día del amor y la amistad, sentían el mismo cosquilleo que siento yo ante la próxima temporada, pero ellos este año tampoco pueden soñar.

Pienso seguir con esta recogida de firmas el tiempo que sea necesario hasta que alguien tenga la dignidad suficiente para darse cuenta de la barbaridad que han cometido, hasta que el abuelo vuelva a estar en su recodo, hasta que un compañero que no conozco pueda colocarse con su silla a pie de río y por unas horas sentirse libre de su atadura. No sé sí conseguiré algo pero sí sé que mi conciencia estará tranquila.

Señores políticos, cuando de verdad quieran saber cuáles son los problemas de nuestros ríos, hablen con pescadores porque les aseguro que con los que hablan o no son pescadores o no les están asesorando bien.