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Publicado por
MANUEL ALcÁNTARA
León

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La economía española no recuperará el terreno perdido y ocupado por otros compatriotas hasta el año 2017. No es un axioma, o sea, una verdad que no necesita comprobación, ya que la comprobamos cada día. ¿Dónde estaremos algunos de nosotros en esa jubilosa fecha? Se habrán quedado nuestras tartas de cumpleaños no sólo a dos velas, sino a ninguna. Únicamente hay algo peor que pedirle calma a los viejos, a los que se les acaba el tiempo: pedírsela a los que lo tienen por delante pero que no pueden dar un paso para llegar a su encuentro.

Todas las generaciones, entendidas como ciclos de cada ciudadano renovable cada 30 años, o sea, abuelos, padres, hijos, se están confundiendo y mezclando gracias a los alardeados avances de la medicina. Los ancianos mostramos cierta resistencia a abandonar este «destartalado mesón» que, a juició de Omar Khayyam, es este mundo. Como en casa de cada uno en ninguna parte. Y los jóvenes van con la música, tan dividida como efímera, a otra parte donde haya trabajo, incluso se saltan las vallas de Ceuta, creyendo que aquí podrán encontrarlo, Europa adelante.

Se nos pide paciencia, que quizá sea una virtud suprema, o por lo menos es un componente importante en el cóctel de todas las demás, pero ocurre que exige tiempo y quien espera, desespera. Hay en España unos cuantos millones de desesperados, cosa así como seis millones, que no están dispuestos a profundizar en esa sublime práctica que según Séneca, se aprende con la continuidad de recibir injurias, y según Rajoy y sus antecesores en el terrible cargo, en inferirlas sabiendo que se soportan. Peor están en Kiev. Allí el baño de sangre no obliga a estar bañándose en el mar, ni se llevan las pelotas de goma. ¿Cómo compararse sin sentir vergüenza biológica? Los océanos de excrementos avanzan y nosotros sólo estamos con el agua al cuello. Paciencia y aguantar la respiración.

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