Diario de León
Publicado por
Antonio Papell
León

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Durante un largo período de tiempo —entre 1982 y 2004 aproximadamente— este país procedió a una modernización continua en que el desarrollo en todos los órdenes —material, pero también político y moral— trascendió de las ideologías en boga. Felipe González, a lo largo de su dilatado mandato, llevó a cabo el grueso de esta tarea mediante drásticas pero necesarias reestructuraciones industriales, la incorporación de España a la Unión Europea, la laicización del país (despenalización del aborto incluida), la occidentalización de nuestra inteligencia. La derecha actuó en aquel período como contrapeso, sin fuerza para oponerse al cambio, y cuando alcanzó el poder en 1996 tuvo el buen sentido de no dar pábulo a una reacción: Aznar acentuó la liberalización económica pero no tuvo tentaciones involucionistas. Incluso la normativa sobre el aborto, que la derecha había combatido duramente, fue mantenida sin la menor revisión.

El líder conservador entendió que la sociedad había evolucionado al mismo tiempo que la superestructura política, por lo que no tenía sentido una vuelta atrás. Zapatero prosiguió la empresa de modernización ética y social, mediante el desarrollo de una ideas radicales basadas en el concepto de libertad como no dominación, que desembocó en la definitiva equiparación de la mujer con el hombre —incluso una ley de plazos para el aborto— y en la liberación de las minorías sexuales. La legislación sobre la dependencia, cuyos efectos quedaron frustrados por la irrupción de la crisis, fue el último paso en pro de la equidad. Con todo, los siete años de Zapatero (2004-2011) marcaron una cierta escora ideológica a babor que no fue asimilada por los conservadores Rajoy, por su parte, fue llamado por los electores en 2011 para reducir la grave crisis económica, que Zapatero ya había comenzado a embridar con su drástico cambio de rumbo de mayo de 2010. Y es evidente que la tarea de consolidación fiscal que le fue encomendada por Bruselas y que ha impuesto grandes recortes en el gasto público que han afectado a los servicios, a los salarios, a las pensiones, etc., representa un retroceso del Estado en los equilibrios internos del país. Retroceso que se compadece bien con los postulados neoliberales del conservadurismo europeo. Lo sugirió con crudeza Rubalcaba en el debate sobre el estado de la nación y no fue desmentido: los recortes practicados por este gobierno van en línea con sus convicciones ideológicas, por lo que no es de esperar que los revierta cuando esté en condiciones de hacerlo.

En otras palabras, si con Zapatero se perfiló una opción ideológica progresista que no fue acompañada en lo fundamental por el hemisferio conservador, ahora éste ha emprendido un camino unilateral en el que suscita la hostilidad de la izquierda.

La dialéctica derecha-izquierda en un país maduro como éste ha de ser moderada, y debe escenificarse sobre una amplia zona central de consenso que no habría que reducir demasiado.

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