La opinión del lector
Solidaridad
y justicia social
Cuando miramos un diccionario, en busca de la definición de solidaridad, podemos leer: apoyo a una causa ajena, sobre todo el que se presta en una situación difícil. También ocurre lo mismo con la de la caridad, sinónima de la anterior (según el diccionario) y que dice: actitud solidaria con el sufrimiento ajeno. Auxilio o ayuda que se da a los necesitados. Además hace alusión a la virtud teologal del cristianismo y que consiste en amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. Y yo añadiría, si realmente se quiere bien a uno mismo, porque si no es mejor esperar. Tanto una como la otra no son características frecuentes y principales de los que teniendo mucho dan a los que tienen menos, sino de los que no teniendo tanto, ayudan a los que poco o nada poseen. Y no me refiero solo al aspecto económico. Piensen, también, en esos seres humanos que ni si quiera tienen libertad de pensamiento, conciencia o creencia.
Y ahora, al intentar buscar alguna acepción que me pueda servir para definir la justicia social, es cuando no lo tengo tan sencillo. Existiendo muchos párrafos que hablan de ella, me pasa algo parecido a cuando miro las que tratan de definir la salud. Las hay muy sencillas como la que dice, por ejemplo: ausencia de enfermedad y otras más pomposas y poco realistas, como la que sigue: completo bienestar físico, psíquico y social. Entre unas y otras hay algunas que se acercan, mucho más, a la que sería más adecuada ¿No piensan que lo completo o total, lo mismo que lo imposible o nada, no suele darse en los seres vivos?
Imaginen que a un adolescente le preocupan, excesivamente, «los granitos» que suelen aparecer en esa etapa de la vida, ¿sería eso pérdida de salud? o dicho de otra manera, ¿sería un muchacho enfermo? Con la justicia social puede ocurrir algo parecido. Volvamos a imaginar y díganme, qué pensaría si alguien se sintiera desgraciado por no poder comprarse un lujoso yate ¿Sería eso una injusticia social? Me gustaría hablar de las verdaderas injusticias, esas que muchas personas o familias desean superar con su trabajo, esfuerzo o sus potenciales personales, tratando de conseguir, como mínimo, las cosas básicas para subsistir y que, intentándolo todos los días, no son capaces de tenerlas. No digamos, si no hubiera alguien que se ocupara de los enfermos, de esas personas que tienen limitaciones físicas, psíquicas o de integración social.
Y es cuando me vienen a la mente todas esas organizaciones y asociaciones no gubernamentales, sin ánimo de lucro, que están presentes en todo momento, haya bonanza o no. Que ponen entusiasmo, entrega y corazón para paliar multitud de necesidades, procurando mantener, en todo momento, la dignidad de las personas ¿Qué pasaría si no existieran? Yo pienso que mucha pobreza y no solo social, también y la más importante, de esa que nos define como seres humanos.
La bandera de la solidaridad debería ondear en todas las acciones humanas y en ella, quedan incluidas las de los representantes en las instituciones.
Esperen un momento, no piensen que me he olvidado de la anhelada meta a que debemos mirar siempre, esa en la que todos deberíamos tener las mismas oportunidades y medios para desarrollarnos como personas. Pero, mientras lo vamos consiguiendo, ya saben... ¡Ay, justicia social, qué larga me la fiáis!