Cerrar
Publicado por
CÉSAR GAVELA
León

Creado:

Actualizado:

Estudió en el campus universitario de Lugo y eso es como decir que entró en el ámbito de las letras en la compañía de Álvaro Cunqueiro y Ánxel Fole, también en la de don Antonio Pereira, que aunque berciano y muy leonés, era hijo de lucense, y eso siempre marca. Fermín López Costero ya desde aquellos años juveniles quería escribir. Pero, al igual que Ramón Carnicer, fue poco a poco y empezó a publicar cuando ya era un mozo de cierta edad. Porque prisas y ansiedad son malas consejeras. Ajeno a ruidos e intrigas, el escritor de Cacabelos escribía y esperaba, escribía y corregía, escribía y observaba. Miraba el mundo; construía en secreto su voz.

En ese camino se hizo buen amigo y geógrafo de Antonio Pereira, y digo geógrafo porque don Antonio tenía la juguetona costumbre de alterar el índice de sus libros de cuentos; de rehacerlos y de formar con ellos diversas colecciones cuando no antologías, con lo que solía despistar a sus lectores. A unos lectores que sabemos —y Fermín mejor que nadie— que Pereira es uno de los grandes cuentistas del idioma español de los últimos cincuenta años. Una presencia inteligente y cálida que nunca olvidamos.

Fermín bebió el agua de la buena literatura en los fecundos ríos del Noroeste y lo hizo para ir más lejos, que es el destino de todo narrador auténtico. Para escribir relatos modernos, cosmopolitas y originales. La base es la tierra verbal del Bierzo y sus circunferencias, pero el destino es universal. Y ello es así porque el autor de la ribera del Cúa es un gran lector y un indagador de múltiples cuestiones, todas ellas relacionadas con la creación artística y con la profundidad del vivir. Él conoce muy bien la literatura en castellano tanto de España como de América.

Un día supimos que era un excelente autor de microrrelatos, como bien acreditó su libro La soledad del farero y otras historias fulgurantes editado en la bonita colección que dirige en León el poeta Rafael Saravia. Un libro luminoso, original y breve. Otro día nos sorprendió con un excelente poemario en prosa — Memorial de las piedras —, que fue premio Joaquín Benito de Lucas. La suma de esos dos libros, breves, muy diferentes pero misteriosamente complementarios, es infinita. Unas doscientas páginas tienen un sentido y una proyección admirables. Y es que lo mejor en literatura es decir mucho con poco; hacer una obra de mérito con libros breves.

En estos últimos años Fermín ha luchado con entereza en diversos escenarios, y ahí está activo, ilusionado y creador. Madurado por la experiencia y renovado de pasión por la vida y las palabras, lo que viene a ser lo mismo. Ahora sale un nuevo libro suyo y los lectores de Fermín López Costero ya vivimos bajo una sensación que pocos autores despiertan: la de la venturosa curiosidad. No sabemos lo que vamos a leer; solo sabemos que nos va a gustar.

Cargando contenidos...