Ganas de vivir

Afortunadamente, los españoles hemos desechado el cruel consejo de Marine Le Pen, que nos recomienda que el problema de Melilla tiene una solución fácil: quitarles la sanidad y los colegios a los inmigrantes.

Nuestra historia abunda en crueldades, pero la hemos ejercido con preferencia con los nativos y además el pueblo, que no hay que confundir con la plebe, ni con la turba, siempre ha sido mejor que sus gobernantes. Basta salir a la calle esta indecisa primavera para notar las ganas de vivir que tiene la gente. No sólo de vivir mejor, sino de vivir, que es una experiencia única en la vida. Uno de los pocos sabios inequívocos que pasearon por las mismas calles que seguimos transitando, Ramón y Cajal, decía que hay que obligar a la muerte a hacer cada día una antesala más larga delante de nuestra alcoba. Se hará lo que se pueda, don Santiago. Algunos ignorantes hemos superado sus 82 años, creo que fueron 82. Una injusticia. Los médicos, aunque no sean histólogos, recomiendan andar, aunque tropecemos por la acera con los inmigrantes. Creo que es muy sano. Mi oficio me obliga a estar mucho tiempo en casa, pero nunca he sabido qué me gusta más, si la calle o la casa, porque cuando estoy dentro no quiero salir y cuan do estoy fuera no quiero entrar. Debe de haber mucha gente como yo porque a pesar de la siniestra crisis no se puede dar un paso sin esquivar a alguien que quiere pisarnos. Hay personas que creen que el ejercicio físico les pone más guapos. Ignoran que no deben correr, que es peor, y se atavían con un chándal de vivos colores y con unas zapatillas que para él las hubiera querido Aquiles, que nunca tuvo unas Adidas. Gastan muchas energías, ya que no pueden gastar ningún dinero.

La mayoría, como no tiene otra cosa que hacer, hace footing. Lo que buscan es la juventud perdida. Es vano, aunque sea heroico intentar que regrese. La decadencia física tiene a su favor que dura bastante más que el esplendor del cuerpo.