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León

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Cuando en el año 2005 Julio Vidal y María Luz González hicieron público el hallazgo de parte de los Principia, en la calle San Pelayo, León se felicitó por ello y reafirmó el valor de su legado romano, cuyos testimonios aparecen dispersos bajo el casco histórico de la ciudad, cerca de ella y también en puntos concretos del resto de la provincia. Y cuando ese hallazgo fue conocido y a falta del aval arqueológico, ya estaban avanzadas las excavaciones de la plaza de San Pelayo, a sólo unos cuantos metros de allí, y las miradas de los expertos se concentraban sobre ese solar que prometía revelar muchas claves sobre la estructura urbana del espacio que dos mil años antes habían ocupado los romanos al fundar la ciudad.

Casi diez años después la hierba crece y la basura se acumula sobre la casa del legado romano de la Legio VII, objeto de tanto orgullo. Y diez años después de las excavaciones arqueológicas que habían sacado a la luz restos «verdaderamente distintivos» de ese legado, la Junta todavía no ha recibido, quizá porque tampoco lo ha exigido, el informe definitivo sobre aquellos trabajos. Y peor aún, porque los restos no han sido entregados al Museo de León.

Algo hacen mal las administraciones —o sencillamente no lo hacen— cuando se abandona algo a lo que se dio tanta relevancia. Quizá no sea ahora el momento de poner en valor ese legado por la imposibilidad de afrontar gastos, pero entre eso y el abandono de los resultados de la investigación y del espacio hay una diferencia bochornosa.

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