Diario de León
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León

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En estos tiempos en los que parecen haberse puesto de moda las marchas como táctica reivindicativa, es de agradecer la valentía y sacrificio de cuantos se esfuerzan por no dejar en manos de las élites dominantes los ritmos y pautas existenciales. Reconocimiento meritorio pues, ante la desgana y desinterés de importantes sectores de la población que prefieren quejarse despotricando, detractando a todo tipo de organización o acto organizado, sin mover ni un dedo, como si ello fuera un acto de rebeldía con alguna expectativa fructífera, dispersando sus voces y razones que quedan en lamento en vez de encadenarlas con las de quienes ven más útil aunarlas en un clamor.

Pero siendo admirable el comportamiento de los participantes en las medidas organizadas a tal fin, conviene acudir a la humildad y no venirse demasiado arriba. Es fácil dejarse arrastrar por la euforia después de ser aclamados al paso de las poblaciones y localidades que vitorean a los marchantes, les elogian y ensalzan como a héroes.

La noche del jueves 13 de marzo, la cadena Ser emitía su programa, circunstancialmente especial, desde Ceuta. El presidente de la ciudad autónoma razonaba a propósito de los últimos acontecimientos relacionados con los sucesos en los que murieron 15 inmigrantes. Con sólidos argumentos y un estilo sociable y cuidadoso, defendía con todo la necesidad de entender que las circunstancias que allí se dan no guardan analogía con lo que tercia en cualquier otra ciudad. Lo reconozco, sin exasperar mostraba el presidente autónomo consideraciones reflexivas e inteligentes. Tanto que el listón quedó muy alto para debatir sobre lo inexcusable o no de defender a ultranza las barreras, poniendo obstáculos y dificultades, tratando de impedir el paso de quienes desean penetrar de manera súbita y brusca.

Seguidamente Angels Barceló entrevistó a varios inmigrantes africanos que habían conseguido llegar a esta ciudad española en África. Uno de ellos, contestando a Angels, cuando ésta le interrogaba sobre su lugar de procedencia y sobre sus razones o motivos, cómo, porqué lo había hecho, explicó que venía nada menos que de Camerún, y todo el recorrido lo había realizado andando. Lo que narraba hacía pensar sobre la aventura a la que se enfrentan muchos desdichados escapando del infortunio y la necesidad en sus países de origen. He participado en la marcha negra de 1992 por la situación de MSP y la comarca de Laciana y he visto cómo, cuando cruzábamos poblaciones y llegábamos a las localidades, la gente nos aclamaba, nos hacían regalos, comida, donativos. Al amanecer teníamos garantizado el desayuno, a mediodía alimentos, al finalizar el día nos dejaban sus casas para ducharnos, colegios o instalaciones donde pasar la noche. Hubo más marchas y he visto los mismos gestos y aclamaciones, los vítores.

Cuando escuche a aquél camerunés que consiguió llegar a Ceuta, cruzando un peligroso desierto en el que es fácil morir, sin víveres ni alojamiento, atravesando países, ciudades en los que no era bien recibido, a escondidas, con el temor de que si no conseguía rebasar la frontera española, pasaría meses, quizás años en los bosques marroquís, a la intemperie, o el miedo a desandar el camino exponiéndose a resultar muerto bajo los disparos de algún tuareg, reconsideré estas cosas y me pregunté si podemos hacernos una ligera idea de todo esto. Aun sabiendo que es muy posible que resulten deportados a su país de origen, celebran un éxito que es tan escaso como haber conseguido llegar con vida al continente europeo. Sé que hay quien viendo y escuchando esto se queda impávido, ¿de qué pasta estarán hechos?

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