FRANCAMENTE
Vigilia de infraestructuras
Unos comen carne y otros chupan los huesos. Eso siempre ha sido así, pero por acá uno ya se empieza a cansar de que permanezcamos anclados en una vigilia de viernes de Cuaresma permanente —y he de decir que nunca me han gustado estos tiempos de penitencia. Sea porque el bacalao me hace bola, de que no le termino a encontrar el punto a eso del escabeche o porque lo asocio a otros tiempos en los que lo habitual era pasar estas fechas enganchado a una excavadora, lo cierto es que bastantes penas nos afligen a lo largo del año, como para hacer alarde público durante una semana—. Pero a lo que iba que me estoy yendo por las ramas.
Si algo bueno vamos a sacar de estos tiempos de crisis, recesión o deflación (que es el próximo estado en el proceso de letargo general en el que nos encontramos) son los efectos purgantes que aplica a una sociedad de excesos. Excesos por los que ahora nos flagelamos todos públicamente, aunque la bula se la hayan concedido a los de siempre. Es lo que tiene ser una zona periférica de una región demasiado extensa: tus heridas nunca ensuciarán las alfombras de los señores del foro.
Y así, mientras ellos han vivido en una orgía permanente de inversiones —que ahora se han demostrado tan inútiles como costosas—, aquí llevamos años con una letanía interminable de estudios para hacer estudios sobre estudios informativos cada vez que reivindicamos una inversión para mejorar nuestras comunicaciones. Más de una década de procesión infructuosa ante distintos ministros de color político dispar pero con un mismo denominador común: tal vez el próximo año haya más suerte. Pero mientras a nosotros se nos han negado autovías, altas velocidades y demás, los de siempre han disfrutado de barra libre.
Indigna pensar que la orgía de radiales madrileñas que ahora vamos a pagar entre todos haya pesado más que cualquiera de nuestras reivindicadas infraestructuras. Mosquea recordar la retahíla de excusas que nos han puesto a lo largo de los años para no hacer nada. Cabrea imaginarse que los números que no le salen para nuestras infraestructuras no se hayan echado antes de pagar aquellos festejos. Pero cabrea más imaginar dónde habrán estado nuestros representantes políticos de las últimas décadas para tragar con semejante afrenta.