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Miguel Cámara. león
León

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¿Malayo o malasio?

Con la desaparición del avión malayo ha desaparecido también del mapa de nuestra lengua el adjetivo que habíamos utilizado toda la vida.

Se puede decir de las dos maneras —aunque malayo hace más referencia a la etnia, y malasio a los habitantes— pero este último suena fatal, simplemente por la falta de costumbre; toda la vida hemos dicho malayo.

Además, nos introducen términos extraños de sopetón, sin previo aviso, por sorpresa.

Cuando algún locutor o periodista, aquejado de escasa identidad lingüística, y creyendo con ello ser más docto, le da un giro al idioma, consigue que otros muchos afectados por igual debilidad, abracen el nuevo término.

Recordemos el golpe que le dieron a la Gramática Española con el término sunami; mucho jóvenes, y no tan jóvenes, ignoran hoy la traducción de ese término al castellano, pasando ya a la historia la palabra maremoto.

No creo que exista otra lengua que incorpore a su idioma la cantidad de extranjerismos —sobre todo anglicismos— que hace el idioma español, sin duda el de mayor riqueza en palabras y sinónimos.

Y esto ocurre con el consentimiento, o indiferencia, de nuestra Real Academia de la Lengua (¿Limpia, Fija y da Esplendor?) que los va introduciendo en el Diccionario por el solo hecho de hacer bueno, todo lo que acostumbra el vulgo.

Debería ser al revés: yo recuerdo en la Escuela que éramos unos 50 alumnos por clase, y un solo profesor; teníamos que adoptar las palabras y enseñanzas que salían de su experiencia, pero jamás un profesor hizo bueno ninguno de los exabruptos que se nos escapaban, por mucho que insistiéramos en su uso: quien enseña y educa es el profesor, no los alumnos.

Sugiero repasen ustedes aquella poesía del poeta Francisco Garfias, llamada Pueblo , en homenaje a unas sencillas y bellas palabras castellanas que ensalzó como pocos han hecho.

Nuestra Academia debería limpiar más para fijar mejor; el esplendor, se dará por añadidura.

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