Cerrar
Publicado por
Rafael Martínez Simancas
León

Creado:

Actualizado:

Una cosa es el amor y otra repartir las tareas domésticas, dice el CIS que somos muy poco solidarios en el hogar. Hay mucho insumiso de la tabla de la plancha a la que consideran moderna representación de los potros de tortura que usaban los esbirros de Torquemada en los sótanos de los tribunales del Santo Oficio. Detrás de la plancha aparece el cubo y la fregona seguidos por el trapo del polvo y el limpia cristales, todos ellos objetos que producen las más extrañas alergias y picores cutáneos.

Las parejas también discuten por el dinero, el euro nos separa antes que un ataque de cuernos. Por culpa del euro menguante las relaciones se deterioran a velocidad de vértigo y sólo la crisis que impide encontrar otro piso mantiene unida la ficción de una pareja, se acuña el nuevo término de «compañeros de piso» a dos que se juntaron por amor y ahora conviven porque en algún sitio hay que tener un colchón.

A estas alturas queda claro que las ausencias en el reparto de las tareas repercute casi siempre en ellas que han de suplir el pasotismo de sofá de maridos que podrían vivir rodeados de latas vacías de cerveza como Homer Simpson. Esos hombres creen que las camisas se planchan solas y que los alumnos de Master Chef vienen a casa para preparar la comida, entran de una manera discreta mientras ellos ven algún partido de la Champion. Con semejante desgaste diario no extraña que las relaciones de pareja pasen a un segundo puesto en nuestros quebraderos de cabeza, parece que discutimos más por pasar el polvo que por el «otro polvo». Así de triste: para ver pasión tendrán que esperar a los pasos y penitentes de la semana que viene. Hasta las míticas discusiones por los suegros y los amigos parece que nos interesan menos.

El CIS ha metido el dedo en la llaga con esta autopsia en caliente a cómo somos cuando nadie nos ve, y la foto nos favorece muy poco. Las parejas son asimétricas como aquel equilibrio político que se inventó Zapatero, unos tienen que compensar la dejadez de otros hasta que la olla no aguanta más presión y lo que llevaba tiempo en ebullición salta salpicándolo todo. Luego dirán que nos hierve la sangre latina cuando en realidad nos vemos desbordados por la última gota, nadie sabe la bronca que se puede montar por una bañera peluda o por no meter la ropa en la lavadora cuya entrada algunos identifican con las fauces de un león hambriento que devora cristianos.

El amor empieza por una chispa inesperada pero el pebetero hay que alimentarlo juntos o se enfría la sopa.