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Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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León es, sobre todo, una ciudad de barrios. Y hoy, por razones del calendario semanasantero, toca hablar de El Crucero, un núcleo urbano abierto y plural que surgió a partir de 1863, cuando se puso en marcha la línea férrea entre Palencia y León. El pitido regenerador del tren, por usar un término de la época, fue desde siempre hilo conductor de un asentamiento que tiene muchísimas historias por contar. Con el ferrocarril llegaría todo un pelotón de trabajadores procedentes de Galicia, Andalucía y, por supuesto, de distintos pueblos de la provincia. Así se dio forma a un laboratorio de convivencia humana que prosigue a día de hoy, debido a las múltiples etnias que encuentran acomodo en esta zona de amable temperamento. Semejante mundo en miniatura precisaba de un hogar espiritual, honor que corresponde desde 1903 a la iglesia de San Francisco de la Vega, levantada por el arquitecto Torbado.

Sirva este preámbulo a modo de árbol genealógico de la muy ferroviaria cofradía del Perdón, que acaba de cumplir con el mayor entusiasmo y entrega su 50 aniversario. Corría el año 1964 de aquella década prodigiosa cuando un grupo de fieles y devotos avecindados más allá del Bernesga puso en marcha una nueva hermandad penitencial, cuya principal seña de identidad es la pasión por la libertad. Precisamente por ello, cada año propone al Consejo de Ministros el indulto de algún penado para que, mediante su piadosa intercesión redentora del alma de nuestra ciudad, pueda inscribir su nombre en el Libro Santo de los perdonados por sus culpas. Tan hermoso y emocionante ceremonial, que forma parte de lo más emotivo y seguido de la Semana Santa leonesa, se repite cada Martes Santo ante el sagrado Locus Apellationis, expresión máxima de la voluntad popular capitalina. Feliz onomástica, hermanos, y a seguir en busca del centenario.