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León

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Decidido a domarme el colesterol malo, fui este domingo a pasear por el arroyo de Carbosillo, en San Andrés del Rabanedo. Dada la proximidad, no tuve que llevar porteadores, brújula o mapa. La mía fue una caminata más modesta que en la que le embarcó Jesús Calleja a José Coronado y a su hijo, que les dio unas vueltinas por el Himalaya. San Andrés está tan cerca de León, y viceversa, que no podemos llamarlo allí sino acá. Ahora se habla de la posible integración del municipio del alfoz, cautivo y desarmado por las deudas, en el de León capital. Hombre, el de don Emilio tampoco está para tirar cohetes. San Andrés tiene farolas por todas partes, enormes y muy próximas entre sí. Es la cuna del farolismo. Todas esas bombillas encendidas han de posibilitar que la localidad sea divisada desde cualquier estación espacial, aunque me temo que los señores astronautas han de preferir mirar hacia Venus. Ahora sólo tienen dinero para encender algunas de ellas. A dos velas, que se dice.

Hubo un tiempo en que esta localidad era la plataforma política para recibir la patada hacia arriba. Ahora, con la crisis, sólo se dan hacia abajo y éstas, ay, duelen más. La portavoz socialista asegura que con la integración «se perdería identidad, nuestras costumbres y tradiciones distintas». Sin ánimo de hacer de menos, durante mi paseo no me dio la sensación de que allí hubiese muchos vecinos con ocho apellidos autóctonos. Este de las integraciones es un tema muy importante, no hay que caer ni en chauvinismos chuscos ni en simplificaciones arbitrarias. Debátase. Sin reducirlo todo a lo económico, pero tampoco sacándose patrias chicas de la manga. Con sentido común.

En Italia se van a cargar las provincias, pero respetando la variante local de cada pizza . Y en Francia reducirán regiones y administraciones locales. Pero ellos, el croissant ni tocarlo. En toda reforma, siempre ha de haber lo inamovible, pero nunca más de dos o tres cosillas. Aub afirmó que «uno es de donde estudió el bachillerato». Discrepo, eres de donde conociste a tu mujer, a partir de ahí ya todo es topografía. ¿Y quién se haya casado dos veces? Eso, señora mía, se lo pregunta al lumbreras a quien se le ocurrió sembrar San Andrés de farolas.

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