Diario de León

CUARTO CRECIENTE

Cuatro lunas de sangre

Ponferrada

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Es una de las profecías de la Biblia. «El sol se tornará en tinieblas y la luna en sangre». Joel la utilizaba para anunciar la llegada del Apocalipsis y meter miedo a los creyentes. Y como lo que anticipaba el profeta hebreo escondía un verdadero fenómeno de la naturaleza -las cuatro lunas de sangre, lo han llamado; una sucesión de eclipses que convierte a nuestro satélite en un reflejo cobrizo de la luz del sol- muchos cristianos a lo largo de la historia se han temido lo peor cada vez que miraban al cielo y descubrían que la superficie selenita se había teñido de rojo.

Ocurre cada cierto tiempo. La Luna llena llega a la zona de sombra de la Tierra, nuestra atmósfera actúa como una lente que filtra los componentes azules de los rayos del sol y da la impresión de que el satélite desprenda un resplandor rojizo. Se pueden imaginar lo que sucedía en la Edad Media, con el hombre sometido por los ciclos de la guerra, de la peste y de las plagas —y deslumbrado por el poder divino que concedía a las reliquias— cada vez que una nueva tétrada de lunas ensangrentadas aparecía en el firmamento nocturno.

Pues bien. El segundo ciclo de lunas rojas de este siglo comenzó el pasado martes y sacó a familias enteras a los parques en Los Ángeles, Denver y Dallas, Puerto Rico y Perú, y más de refilón, en las Islas Canarias.

Estoy seguro de que a estas alturas de la civilización judeo-cristiana nadie ha asociado el fenómeno con las profecías del Antiguo Testamento. El cambio climático, las desigualdades sociales o la guerra larvada que se ha declarado en Ucrania —por no citar a las guerras olvidadas y las hambrunas de África cuando en el primer mundo nos sobran alimentos y fabricamos las armas con las que se matan— lo sabemos todos, son estupideces que estamos cometiendo nosotros solos. Así que téngalo en cuenta cuando alguien les diga que el Santo Grial, una invención de la literatura medieval en torno al cáliz de la Última Cena y las heridas de Cristo en la Cruz, es esa copa que les enseñan detrás de una vitrina en San Isidoro. Son de los que todavía ven sangre en la Luna.

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