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León

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Han descubierto, de repente, que manejan los vericuetos del humor, así que están de prácticas, comprobando, en un ejercicio de ensayo-error, hasta dónde les puede llevar esta nueva estrategia. Ya lo vimos el otro día. El alcalde de León sabía que se lo jugaba a muerte súbita, así que se vino arriba y dejó cao al contrincante. El problema es saber quién es el adversario, si los leoneses, si el ministro, o si la pelea está en palacio. «Una cosa es que se ponga a la venta y otra que alguien lo compre». A ver, que es como decir que una cosa es que alguien, él por ejemplo, se presente a las elecciones y otra, que le voten, pero para eso no hace falta ser alcalde. Un periodista, de los chuscos, como yo, vale para hilar ese argumento. Supongo que el alcalde de León, Emilio Gutiérrez, trataba de imitar al boss, pero el problema es que le lleva toda una vida de ventaja en esto de decir en una misma frase sí, no y su contrario sin que se note, que para él todo son posibilidades.

Yo creo que el alcalde pudo haber sido más elocuente, pero le pudo la inmediatez del momento. Tal vez, lo que quería decir era: «Una cosa es lo que quiere hacer el gobierno y otra lo que le dice al Ayuntamiento» o «Una cosa es lo que lo que dijimos y otra lo que hacemos» o, como Rajoy, «Haré cualquier cosa aunque no me guste y aunque haya dicho que no lo haría», o, ya para hacer un estrambote total: «Una cosa es que ustedes vean el Emperador y otra que exista», que es lo que viene ocurriendo de un tiempo a esta parte con los políticos, que nos intentar convencer de que la realidad no es la realidad sino el deseo de una realidad particular que no se corresponde con nada.

El siguiente en hacernos luz de gas ha sido el senador Luis Aznar, que se ha lanzado a la ironía para avezados de modo que nadie le entienda, ni siquiera sus votantes, 150.000, dice que son. En esto del tren hay mucha tela que cortar, que en los grises es donde está la realidad y quien crea lo contrario es que sigue en la edad de la inocencia. Ahora bien, que diga sin sonrojarse que está haciendo el trabajo para el que los leoneses le escogieron encierra, al menos, dos mentiras o una, según se mire, pero para ello hay que preguntar. ¿Quién escogió a Luis Aznar? ¿Fueron los leoneses o el partido? La verdad nos hace libres, o eso dicen.