LA GAVETA
Maristas Champagnat
Hay un colegio en León que está al norte, casi en la frontera entre la ciudad y los campos. Un colegio no muy grande que es vecino de un enorme cuartel que hace ya bastantes años dejó de ser útil a la patria y que ahora tiene otros fines. El colegio se llama Maristas Champagnat y está del lado de la educación y la memoria, de la belleza y de la búsqueda.
He pasado dos días en ese lugar extraordinario. Y digo extraordinario porque es poco habitual que un centro de enseñanza sitúe con tanto vigor, cariño y compromiso a la literatura en el corazón de su labor y de sus sueños como lo hace el colegio Maristas Champagnat. Donde he visto permanecer varias horas, atentos, cordiales y curiosos, en un gran salón de actos, a más de doscientos niños y adolescentes. Divertidos unas veces y reflexivos en otras, cuando tocaba. Y todo en el seno de una celebración que tiene un objetivo admirable y humanista: honrar la palabra escrita y acercar los alumnos a los libros.
Como una puerta más de entrada al reino de la literatura el colegio también utiliza el afectuoso camino de fijarse cada año en un autor de la provincia. De este modo, el Maristas Champagnat va de lo local a lo universal, como bien sucede en la obra de tantos grandes escritores, algunos también leoneses. Y qué mejor ejemplo ahora que el de Gabriel García Márquez, que acaba de irse y cuya obra vivirá siempre que el ser humano persevere en este planeta. Porque su manera de ver y contar la vida es inmortal. El narrador colombiano convirtió sus memorias de niño, sus zozobras de adolescente, sus años de estudiante universitario y sus días de joven periodista en una fascinadora obra de arte. Y eso lo logró con su gran imaginación y con un lenguaje tan propio como mágico.
Se habla con frecuencia del número, por fortuna tan generoso, de leoneses que escriben, que publican, que aman la literatura, que hablan de libros. Y ante esa riqueza surgen las preguntas, los porqués. Pero contestar a eso no es muy difícil; no estamos ante un arcano indescifrable. La respuesta, en realidad, es bastante sencilla y la clave está en que en la provincia de León hay muchos profesores que aman fervientemente la literatura y que saben despertar ese amor en los estudiantes. De ahí es fácil pasar a convertirse uno en un lector fiel y feliz, y no tan difícil el que algunos de esos lectores también quieran escribir.
A partir de ahí la vida se convierte en un lugar mucho más habitable e intenso. Porque quien lee habitualmente poesía, buena narrativa, ensayo… profundiza en el enigma de la existencia y también goza con aventuras y emociones que le van a enriquecer en todos los ámbitos. La lectura nos lleva a una vida mucho más fecunda y gozosa, más consciente y reveladora; más civilizada y firme. De eso saben mucho en el colegio Maristas Champagnat, tanto sus profesores como sus alumnos.