LA VELETA
Rebelión socialdemócrata
En mayo de 2010, el PSOE de Zapatero empezó su decadencia hacia el peor resultado de su historia en las elecciones generales de 2011 con un severo recorte de 15.000 millones de euros que incluía congelación de las pensiones y la rebaja de los salarios públicos. Aquella sorpresiva decisión, que contravenía el programa electoral y los grandes principio socialistas, fue impuesta por Bruselas, después de que Merkel, que había dudado sobre la estrategia a seguir en los primeros tiempos de la crisis, marcara la pauta inflexible de la austeridad como la terapia mágica que había de sacarnos del pozo. Las consecuencias de aquella decisión, que marcó una política que ha sido después continuada por el Gobierno conservador de Rajoy, están a la vista: estamos saliendo de la crisis, pero atrás queda una sociedad devastada, con seis millones de parados y una lacerante desigualdad sin precedentes. Lo que no significa que otras estrategias alternativas hubieran obrado milagros: la gran crisis, una vez creada, había de tener efectos muy negativos fuera cual fuese la respuesta de las víctimas
Ahora, cuando ha pasado lo peor de la perturbación mundial, Hollande, constreñido por su propia impopularidad, ha designado a Manuel Valls como primer ministro que encargado de un colosal ajuste de la economía francesa. El plan francés, implementado por la segunda potencia europea y bajo un gobierno socialista, consiste en un recorte del gasto público de 50.000 millones de euros entre 2015 y 2017 para cumplir con el compromiso de déficit del Pacto de Estabilidad comunitario y financiar una rebaja de cargas laborales de 36.000 millones de euros, elemento central del pacto por el empleo y la competitividad ofrecido por Hollande a la patronal; a cambio, ésta ofrece un millón de empleos, sin concreción de tiempo ni de calidad
Después del pacto de la socialdemocracia alemana con Merkel, a cambio de algunas concesiones que no modifican de forma sustancial la política ultraconservadora de la derecha germana, Hollande ha terminado cediendo ante Berlín. Probablemente sea imposible hacer otra cosa después de haber transferido al BCE la política monetaria. Es decir, Hollande no podría intentar políticas expansivas del estilo de las implementadas por Obama en los Estados Unidos sin tener el control del banco central.
Las decisiones de Hollande-Valls, han sido mal encajadas por buena parte del Partido Socialista francés, que podría llevar hasta las últimas consecuencias una rebelión interna que ya se ha exteriorizado. Los disidentes han ofrecido alternativas al plan oficial, que probablemente dará lugar a un nuevo consenso interno, pero en el fondo la cuestión es otra: si la izquierda socialdemócrata no es capaz de ofrecer una opción alternativa a escala europea y se mantiene como mala imitación de la derecha, su papel y su presencia serán irrelevantes en el futuro.