Rebelión en la granja

Parece confirmarse que lo del Mundial va a ser bestial. De hecho a poco más de cuatro meses de la celebración de esta cita deportiva ya se han dejado ver visitantes poco habituales pisando el asfalto de la ciudad. Y así, de igual manera que mientras paseas por el barrio más urbanita de la capital te puedes cruzar con una piara de cerdos salvajes (y no me estoy refiriendo a los grafiteros ni a los reventadores de trasteros que han pululado por esta zona), en las noches de la fiesta de Cuatrovientos puedes terminar de cañas con la familia de Bambi (¡ojo no confundir con cierto ex presidente!, que aunque ha anunciado su visita al Bierzo, todavía no ha hecho acto de presencia por estos lares).

Sin embargo, el deambular de estos animales por nuestras calles también puede deberse a que como los políticos de acá hace tiempo que decidieron echarse al monte, los animales hayan optado por dejarse caer por la ciudad.

Y es que la rebelión en la ‘Mayor Farm’ ponferradina enlaza capítulo tras capítulo, sin visos de que esté próximo el final del serial, y mucho menos de que vaya a ser un final igual de feliz para todos.

Esta semana tocaba ración doble. Entre los que se van y a los que ha habido que convencer para que entren, hemos vuelto a estar en el ‘candelabro’ nacional (¿a quién se le habrá ocurrido lo del Mundial para darnos a conocer si ya nos conocen sobradamente gracias a nuestros políticos?).

De entre todos ellos, de los que se van y de los que anuncian su llegada, me voy a quedar con estos últimos. Pues me resulta difícil entender que todavía haya alguien, y aunque sea a empujones que, con el panorama tan descorazonador que tenemos entre nuestra clase política, decida saltar a la arena para tomar el relevo sabiendo que hasta los que se supone que son ‘fuego amigo’ (no buscar relación con el incendio que ha provodado Luis) van a celebrar más sus errores que sus aciertos. Y me resulta todavía más incomprensible, cuando de este agua ya se ha salido corriendo como alma que lleva el diablo ante la realidad desalentadora de las guerras de clanes y familias que se estilan en todas las formaciones políticas.

Será que lo razonable y lo racional dejan de ser ‘tal y tal’, cuando uno se convierte en un animal político.