Diario de León

LA VELETA

Odio, venganza y política

Publicado por
Esther Esteban
León

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Hace unos días, en una crónica de sucesos sobre el asesinato de una mujer de nacionalidad nigeriana, ocurrido hace años en Madrid, el periodista que lo escribía comentaba que lo más frustrante para una investigación de homicidios es saber quién es el asesino y no poder demostrarlo. Se decía que la versión más edulcoraba de esta frustración es quizás cuando el presunto asesino se convierte en detenido, después en acusado y al final es declarado inocente. «Pocas veces los investigadores quedan convencidos de que no sea él, simplemente creen que ha fallado algo en las pruebas o, en última instancia, la culpa de que el autor salga libre es de los tribunales» concluía el colega.

El reportaje detallaba como en este caso el asesino sigue libre por falta de pruebas. No sé por qué me he acordado de esta historia tras conocer la noticia del terrible asesinato deIsabel Carrasco, y, sin quererlo, he pensando en el esposo y padre de las presuntas asesinas Montserrat González y su hija Triana Martínez. De ser ciertas las primeras investigaciones que apuntan a un acto de venganza, y señalan que el padre, policía de Astorga, no tiene nada que ver con el crimen, me imagino la situación por la que estará pasando ese hombre. Supongo que ni en sus peores pesadillas pensaría que alguna vez personas tan cercanas a él podrían verse implicadas en un acto tan terrible, como incomprensible y absurdo.

Evidentemente ningún asesinato tiene sentido, pero sólo desde la premeditación y la frialdad más absoluta se puede esperar algo así. De haber sido un arrebato sin más, una pérdida transitoria de la cordura es muy difícil que lo padezcan dos personas miméticamente a la vez. El hecho de que la presunta asesina saliera huyendo del lugar del crimen sin percatarse de que estaba siendo seguida por dos testigos: un policía jubilado y su mujer que le fue dando indicaciones de lo sucedido a sus excompañeros, posibilitando así la inmediata detención, pone un ingrediente añadido de colaboración ciudadana en esta tremenda historia.

Aunque cuando escribo estas líneas la investigación sigue abierta, no está de más detenerse en el hecho de que se tratara de una política en activo y la reacción solidaria y loable de todos los grupos parlamentarios.

Por otro lado, aunque éste es, al parecer, un asesinato por venganza —como puede ocurrir en cualquier ámbito profesional— no está demás aprovechar para poner en valor lo que de digno y de honorable tiene la política, en unos momentos donde hay un caldo de cultivo preocupante para quienes se dedican a ella. Es verdad que la desafección de los ciudadanos hacia quienes ejercen la cosa pública se la han ganado a pulso quienes, aprovechándose de su posición, han corrompido las instituciones. Pero todos debemos reivindicar y exigir una vuelta a la política con letras mayúsculas.

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