Diario de León

CORNADA DE LOBO

Contra adúlteras

Publicado por
PEDRO TRAPIELLO
León

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Tremolina en un pueblo gallego, Punxín. Los feligreses se plantaron ante la puerta de la iglesia haciéndose barricada para no dejar al cura párroco entrar a oficiar su misa dominical. No le quieren, les parece un abencerraje de ideas cavernarias, pura carcundia canónica, un cura que en el púlpito habla más de lo humano que de lo divino. Les tiene escandalizados, sobre todo al joven sacrtistán que dimitió ante las cámaras aprovechando que pasaba por allí un telediario.

Le acusan, entre otras antipatías, de decir en sus homilías que las mujeres son adúlteras y de negarse a dar la comunión a las parejas que no están casadas, además de tener las pintas del clásico párroco gallegón de tripa feliz con cara de cura cata-potes.

Circulando esta noticia por el cosmos digital, todo se le vuelven puyas y banderillas de fuego. Cómo no.

¿Qué sabrán los curas del matrimonio y del sexo?, dicen algunos.

¿Que si saben?... más que el médico o las comadres, porque no hay mejor puesto que el de un cura para conocer estos extremos, pues a él se lo confiesan y al médico no es probable.

El campo de averiguación en materia « de re puerca » que tiene un cura en su confesonario es incluso mayor que el del propio sexólogo... ¡anda que no sabrá él de las turbulencias y meneos de las almas de su parroquia!, de modo que ha de suponérsele cierto conocimiento de causa si habla de cuernos y marranerías. ¿De qué, si no, conocía san Antonio María de Claret en 1867 que había tres tipos de masturbación femenina como lo refleja en su Llave de oro para confesores , cuando las feministas aún tardarían casi un siglo en descubrir el clítoris?...

Ese cura gallego de las adúlteras recuerda al párroco aquel que desconocía que las mujeres del lugar habían convenido con el anterior cura usar la fórmula « he tropezado » por no entrar a describir fornicios o adulterios y un día en el sermón sugirió que se arreglasen las calles del pueblo, pues muchas mujeres le confesaban tropezar... al estallar los feligreses en risas pícaras, comentó «pues no se ría usted, señor alcalde, que precisamente su mujer es una de las que más tropieza».

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