Diario de León
Publicado por
CAMINO GALLEGO
León

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Cuando se cumple una semana del asesinato de Isabel Carrasco es el momento de pensar qué es lo que su muerte puede significar para la provincia de León.

La hasta entonces presidenta de la Diputación, dado su fuerte carácter, era eminentemente protagonista de todo cuanto se hacía en el Palacio de los Guzmanes.

Se podía estar, o no, de acuerdo con ella, con su actitud y sus métodos, pero en lo que hay bastante coincidencia es en su entrega al trabajo y creo que también en su defensa de lo leonés.

Ya quisiéramos que hubiera muchas personas como ella en la política de esta ciudad y provincia, porque entonces todo funcionaría mejor.

Su gestión pudo ser más o menos acertada para León, pero por lo menos la institución provincial no tiene los agujeros económicos que los ayuntamientos, está suficientemente saneada, tiene prestigio y además ella sabía buscar el consenso cuando creía que era lo mejor, olvidándose de lo que nos separa para buscar lo que nos une, como decía yo en la columna publicada el día de su muerte.

Sé que muchos se pueden rasgar las vestiduras por lo que voy a decir pero, si son honestos y no mezquinos, tendrán que reconocer que se lo debemos, como mínimo, para que no caiga en el olvido. Quiero proponer desde aquí al Ayuntamiento que dé el nombre de Isabel Carrasco a la pasarela en la que murió. Es un reconocimiento por sus años de dedicación a León, que la llevaron a morir «con las botas puestas» o in itinere, aunque fuera en este caso para desempeñar su trabajo como presidenta del PP; pero esa presidencia no era para conseguir logros para otro sitio que aquí.

Creo que nunca hablé con ella y personalmente la vi una decena de veces, nada le debo, salvo mi agradecimiento por la gestión realizada, que es infinitamente superior a la de sus predecesores. Pero considero que le debemos un reconocimiento, aunque sea sólo poner su nombre al lugar en el que la encontró la muerte.

No somos los leoneses muy dados a esto, el chauvinismo no va con nosotros y nuestras envidias. Son los rensentimientos que nos atenazan, como muy bien escribía el viernes Eduardo Aguirre. Somos así, pero debemos intentar cambiar, aunque sólo sea por evitar el daño que nos causamos. Que esa capacidad de consenso que tenía no se acabe, aquí, con su muerte.

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