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CUERPO A TIERRA

Práctica falta de práctica

Publicado por
ANTONIO MANILLA
León

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La política es el lugar de lo práctico como la filosofía es el lugar de lo teórico. Al político antiguamente no le hacían falta ideas porque ya tenía la ideología, el político actual tampoco necesita ideología porque para eso tiene al partido. Laboratorios y fundaciones, gente que les envían argumentarios para todos los temas habidos y por haber y que ellos hablen al dictado, sin salirse del surco como quien dice.

Y es que se nota mucho cuando se salen de la cuadrícula: hacen declaraciones de mucha risa y rápidamente salta al quite un conmilitón diciendo que son un verso suelto dentro del partido. Un estrambote, vamos. Igual que a los entrenadores ratificados en su puesto por el club, a ese poema andante le quedan de media dos días en el corral. La heterodoxia se paga. Cierto es que aún pervive algún bohemio, como Esperanza o Leguina, ambos expresidentes de Madrid, pero es porque la bohemia en España siempre fue un fenómeno capitalino y allí tienen arraigada la caridad hacia los espíritus libres y un punto artísticos. Pero en general —ya hemos dicho que la política es el lugar de lo práctico—, se practica con ellos el acoso tertuliano y el derribo de garrocha. Decaída la ideología y finalizada la historia, impera el pragmatismo de conservar la poltrona dentro de la ortodoxia mientras llegan los bárbaros.

Y es aquí a donde queríamos llegar, porque todos conocemos lo que significa esa poltrona, es decir, los inmensos esfuerzos morales y económicos que supone a los políticos ejercer su cargo público, pues como nadie se atreve a ignorar todos ellos son abnegados servidores que han renunciado a brillantes carreras y sueldos millonarios por ponerse al servicio de los ciudadanos…

Hace falta gente de bien al volante. No sé si la cosa pública, en este tiempo sin ideales, está tan poco remunerada que no seduce a los mejores y más honrados o está tan bien pagada que atrae hipnóticamente a los peores y más pillos. Sea como sea, necesitamos urgentemente muchos más políticos, como decía aquel, «empedernidos en la dignidad». O bien sin ninguna práctica política, como esa joven ministra italiana, Marianna Madia, que nada más llegar declaró, sin ninguna ingenuidad, me parece, que sólo podía ofrecer su «extraordinaria inexperiencia». En Italia o en España eso es como un juramento de tener las manos limpias.