Más banquillo

Los grandes bancos se han salvado por una razón muy sencilla: porque ya estaban a salvo. Las cajas, casi todas destempladas, se salvarán después de ampararse en pseudónimos. Así que todo va bien, pero ¿quién salva a los salvadores? En el banquillo de los acusados ya no caben más. Están tan estrechos como si estuvieran entrenándose para ir codo con codo a las saturadas cárceles.

Se dice que no hay nada nuevo bajo el sol pero relucen cosas nuevas. Veintiséis mujeres italianas le han dirigido una carta al buen papa Francisco solicitando el fin del anacrónico celibato de los clérigos. Todas ellas son novias formales de curas. ¿Por qué dos personas que se aman y desean vivir juntos siempre, que es la prueba suprema del amor, no pueden hacerlo? Hasta ahora es imposible. Si un sacerdote se enamora, se encuentra ante dos opciones: o cuelga los hábitos o deja colgada a la novia.

El sorbo de felicidad posible está siempre amenazado. Jean Paul Sartre dijo que el infierno son los otros. A los que han robado el dinero de todos les espera Alaya y a los que han robado el corazón de una mujer les aguarda una larga espera hasta que se revise el celibato, que no se llevaba en tiempos de Jesús ni en el de sus apóstoles, ni en el de nadie. No lo sabemos con fijeza, pero en las bodas de Caná todos estaban casados.