Diario de León

EL BAILE DEL AHORCADO

Malas madres

León

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Se llama el club de las malas madres y siempre que intento entrar me lo encuentro bloqueado por límite de conexiones superadas. Les recomiendo que se den una vuelta para comprobar hasta qué punto se ha convertido en un fenómeno social. Yo soy de las que piensan que el instinto (maternal) es un mito que a algunos les ha dado buenísimos réditos. Un amigo, por ejemplo, canta las bondades de las mamódromas ¡Qué cansinas por Dios!: «Es muy bueno para la salud del niño, para establecer lazos, para que la parida recupere la silueta, además es beneficioso contra el cáncer de mama en las primíparas, y... es buenísimo para que duerma el papá». Tal cual. Y todavía hay ajatolás de la cosa que reivindican la esclavitud de la lactancia. Oye, que eso es cuestión de gustos, pero no me atropellen con la teta que ya tengo bastante con lo mío.

Nunca nos avisan de lo que se te viene encima, no ya en el embarazo, sino después, cuando la cicatriz de la cesárea no te deja respirar y tienes que levantarte a dar el biberón al niño, o cuando desaparecen las hormonas del cuerpo y lo único que quieres es desaparecer, huir, regresar a tu vida anterior, esa vida... que antes detestabas y ahora parece Shangri-la. Sí, sí, todo perro pichichi te da consejos (consejitos vendo...), te recuerdan que el dormir se acabó, que ya no dispondrás de tu tiempo ni recuperarás tu cuerpo (cuánto tiempo y dinero invertido) ni nada de nada, y, encima, tienes que soportar reportajes banales y perfectamente olvidables de madres estupendas que te dan clases de idioteces. Hay que ver qué fácil es ser una mamá 10 cuando tienes a la salus debajo de la cama y una legión de personas dedicadas a velar tu tiempo y tu sueño. Y están esas otras que no paran de enseñar fotos de los niños. Pero ¿a los demás qué nos importa? Todos los niños son iguales, lo siento, y si son bebés suelen ser bastante feos e insulsos, así que, por favor, las emociones, en casa.

Sí, lo confieso, a veces intento llegar a casa un poco más tarde y rezo para que el niño esté en la cama (él sí tiene un buen padre que nunca está sordo por las noches), me distraigo más de la cuenta después de comer cuando no quiere dormir la siesta y entra en el bucle del escoñe , nunca llevo fotos en el móvil e intento colocarle siempre que puedo. Pero es que soy añosa y los años pesan y, sí, soy una mala madre que lo intenta. Pero, qué quieres, me gusta más todo desde que me llaman mamá .

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